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LAS RAZONES DE UNA DECISION COMPLEJA

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Jorge Enrique Robledo Castillo

Contra la Corriente

Manizales, 9 de febrero de 1997.

La cosecha nacional de los últimos doce meses fue inferior en cerca de ocho millones de sacos de café pergamino a la mejor de esta década. Eso significa, con el precio interno de hoy, ventas menores por 956 millones de dólares (!!!). Y la producción podría disminuir otra vez en 1997. Además, el gobierno dio orden, bajo pena de sanciones a los funcionarios responsables, de pasar a cobro judicial cualquier deuda cafetera vencida en más de noventa días, es decir, el 32 por ciento de la cartera de Caja Agraria en Caldas, el 37 por ciento de la de Anserma y el 75 por ciento de la de Belalcázar, para dar unos ejemplos, con lo cual se convierte en un caso de policía un fenómeno que es, por sobre todo, económico y social. Por su parte, los agricultores refinanciados apenas alargaron su agonía. Luego de echar al hueco negro de la deuda ahorros, fincas, apartamentos y automóviles, en unos casos, y neveras, bicicletas y máquinas de coser, en otros, también van hacia su absoluta insolvencia. Hasta los banqueros saben que muchos de quienes, con descomunales sacrificios, han logrado evitar la mora, también caerán en ella, en razón de que no tienen posibilidad de recuperar sus plantíos, en buena medida porque se volvió imposible conseguir un préstamo nuevo. ‘Si a mitad de año no hay un arreglo de fondo, me entrego. Ya no doy más’, comentaba angustiado un conocido caficultor manizaleño.

Hace poco, en La Patria, un directivo nacional de la Federación de Cafeteros contó que sus deudas estaban al día, pero porque había pagado con dineros de sus otros negocios. ¿Y los que nunca tuvieron otros ingresos? ¿Y los que ya los echaron en el barril sin fondo de sus deudas? ¿Y a los que apenas les quedan sus restos? ¿El futuro que les espera será el de pagar hasta ‘quedar de tarro’ y seguir viviendo de que ‘fueron muy buenas personas’, como comentara un caficultor arruinado?

Lo que ocurre es tan grave que, inclusive, se han puesto en marcha ‘soluciones’, esas sí desesperadas. La posibilidad brindada a unos cuantos caficultores de pasar sus deudas de pesos a dólares, con el propósito de disminuir unos intereses que se mueven en niveles de usura, no sólo agrava el horrendo manejo cambiario impuesto por la apertura, una de las causas de la ruina cafetera. También pone a la Federación en un dilema: qué pedir, ¿devaluación o revaluación? Y si se dispara una valorización del dólar, ¿hasta dónde llegará la quiebra de esos productores?

Es cierto que, ¡y con qué esfuerzos!, se consiguió una condonación de los préstamos inferiores a tres millones de pesos y una rebaja de los intereses para los demás. Pero también es cierto que la paciente experiencia de doce meses demostró la insuficiencia de la medida. Porque se perdió un tiempo precioso desde el momento en que La Conferencia Episcopal y Unidad Cafetera pidieron soluciones de fondo a la crisis de las deudas. Y por otras razones: el tope de lo condonado fue demasiado bajo, sólo se cubrieron las obligaciones contraídas hasta diciembre de 1994 y el decreto presidencial reglamentario dañó bastante la Ley 223 de 1995, todo lo cual dejó a unos 50 mil cafeteros entrampados, muchos de ellos tan pobres como los que se salvaron de la pérdida de sus tierras con dicha norma.

Además, hay que salirle al paso a la idea neoliberal de que sólo los pobres de solemnidad tienen derecho a algún respaldo a duras penas asistencialista. Nada de eso. A los campesinos medios y a los empresarios cafeteros de todos los tamaños también hay que darles salida. Su aporte pasado y actual a la creación de riqueza y empleo debe que ser valorado en toda su dimensión. Y seguramente sin ellos no podrá darse la necesaria recuperación de la caficultura del país.

Para sustentar que el presupuesto nacional debe aportar para que los cafeteros salgan adelante, baste decir que con lo gastado, en los últimos siete años, por el Fondo Nacional del Café en obras públicas en zonas cafeteras se pagaría cerca de cinco veces el total de la deuda cafetera.

También es bueno anotar que la Desobediencia Civil al pago de las deudas no se la inventó Unidad Cafetera. En su libro ‘Historia de Colombia’ (p. 853), Henao y Arrubla dicen que en la crisis de 1929 ‘la única solución que pudieron encontrar los deudores fue decretar la huelga en el servicio de toda clase de deudas’. La diferencia está en que en ese entonces hubo que crear la Caja Agraria y el BCH para poder solucionar el problema y que en ello jugó un papel definitivo la Federación Nacional de Cafeteros.

Y está claro que la Desobediencia Civil no es una solución, porque apenas la busca. Lo que propone Unidad Cafetera es que haya condonación de deudas, entre otras cosas para que los caficultores vuelvan a ser sujetos de crédito. Pero si alguien tiene una propuesta distinta que resuelva de una vez por todas este lío, pues que la haga. Porque de lo que sí no hay duda es que nada se arregla con decir: “pague., pague, pague o …”