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CÓMO LLEGUÉ Y QUÉ HICE EN EL SENADO

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Con este balance puede entenderse mejor mi trabajo de 20 años como senador, cómo llegué a ese cargo y por qué logré la rareza de que en cada una de mis cinco elecciones aumentara mi votación: 45.703, 80.968, 165.509, 191.910 y 229.276, siempre con votos de opinión de todas las clases sociales. Ojalá estas líneas sirvan además para que en especial los jóvenes entiendan que la política sí puede ser una labor respetable.

 

El año pasado cumplí 50 años del día en que, todavía en la universidad, decidí centrar mi vida en la lucha política por transformar a Colombia, decisión a la que llegué luego de participar en el gran movimiento estudiantil de 1971, lucha que me politizó ante la evidencia de que el país estaba preso de un doloroso subdesarrollo –como todavía hoy lo está–, en tanto otras naciones avanzaban de verdad en la modernidad. Y di el paso a sabiendas de que me implicaba una vida honrada, sencilla y de trabajo duro, como debe ser la de los servidores públicos.

 

Para luchar por ese sueño, recién casado, en 1975 me desplacé de Bogotá a Manizales, donde pude ganarme la vida honradamente como profesor en la Universidad Nacional de Colombia, a la par que en mis tiempos libres actuaba en política y respaldaba los reclamos ciudadanos. Y en los años noventa terminé convertido –sin ser cafetero ni propietario rural– en uno de los dirigentes de la Unidad Cafetera y Salvación Agropecuaria, organizaciones que movilizaron multitudes contra el recetario neoliberal y obtuvieron resonantes victorias, a la par que repudiaron el terrorismo con cualquier fin y pudieron unir a campesinos, indígenas y empresarios, unidad sin antecedentes en el país.

 

Fueron esas luchas, muy extendidas por el territorio nacional y multitudinarias, las que en 2002 me llevaron al Senado, donde no me le sometí a la mermelada de la Casa de Nariño, por lo que cada ley pude votarla a conciencia, seguí defendiendo el agro y asumí la defensa de otros sectores, estudiándolos a profundidad porque desde el principio entendí que no asume la política con seriedad quien no conozca a fondo a su país y al mundo, para poder proponer con acierto qué cambiar y qué mantener.

 

Según Congreso Visible, suscribí cien proyectos de ley y, con el respaldo de mis UTL, realicé unos 200 debates de control político que derrocaron falsos ídolos, destaparon verdades desconocidas y mostraron la gran corrupción que tanto daño le hace a Colombia al asaltar el erario público y, además, con parte de esa plata, financiar la compra de las elecciones, de forma que puedan ganarlas aunque gobiernen de la peor manera.

 

A lo largo de estas dos décadas en el Congreso, y habiendo iniciado el debate desde que empezó la apertura, en 1990, controvertí a fondo las políticas del Consenso de Washington y demostré lo pernicioso de los TLC en los que embarcaron a Colombia, provocándole un gran daño al agro y a la industria y disparando el desempleo y la pobreza al obligarnos a importar en exceso lo que podemos producir y exportar lo mismo de siempre, entre otras razones porque los neoliberales tampoco promueven de verdad las exportaciones de bienes procesados. Entre los éxitos de esta lucha estuvo aplazar por cinco años el inicio del TLC con Estados Unidos y que el debate en su contra se mantenga tan vivo que los cuatro principales candidatos a la Presidencia propusieron revisarlo.

 

Nada de esto hubiera sido posible sin el esfuerzo de miles y miles de voluntarias y voluntarios que sin exigir nada a cambio, movidos solo por sus convicciones y su amor a Colombia, me respaldaron a lo largo de todos estos años. Y como senador siempre estuve atento a respaldar los reclamos democráticos ciudadanos.

 

Lo que sigue es continuar con la lucha democrática de toda mi vida, estudiando a Colombia y al mundo, opinando de todas las maneras, participando en política, defendiendo la industria, el agro, el trabajo nacional y los derechos sociales y promoviendo la más amplia unidad de todos los sectores sociales en pos de cambiarle el rumbo a Colombia, para poder alcanzar el progreso y el bienestar al que tenemos derecho como nación.

 

Bogotá, 18 de junio de 2022.