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VIENEN POR LA PANELA

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Jorge Enrique Robledo Castillo

Contra la Corriente

Manizales, 17 de marzo del 2000.

Entre los alimentos que moran en el alma de la nación colombiana está la panela. Cuan pocos son los que no la llevan en sus recuerdos infantiles y son muchos -demasiados, sin duda- los que la han tenido y la tienen como la base de su alimentación. Al valor nutritivo de esos “ladrillos” le atribuyeron los periodistas europeos los éxitos de los escaladores colombianos en el tour de Francia. Y en las zonas rurales se les concede el debido respeto a los pocos que aguantan el duro trabajo de la caña panelera y los trapiches.

 

Pero la producción artesanal de panela podría tener sus días contados, con lo que se eliminarían 70 mil pequeñas y medianas unidades agrícolas y 27 mil trapiches artesanales, desaparecerían 200 mil hectáreas de caña panelera, se perderían 350 mil empleos y se agravaría la crisis económica y social de 236 municipios. Que el proceso de ruina ya empezó lo muestra la caída del precio de compra de los comerciantes mayoristas en niveles de hasta el 50 por ciento. Las amenazas son tantas, que Fedepanela y el Comité Nacional Panelero, en carta al Presidente de la República, advirtieron que se verían “en la obligación, usando el derecho de la legítima defensa, a atravesar en las carreteras del país, desde Nariño hasta Santander, la mulas y los trapiches”.

 

El primer golpe a los paneleros se lo dio directamente la apertura, pues con ella empezó a entrar la panela más barata de los paupérrimos campesinos ecuatorianos, y las industrias licoreras empezaron a hacer sus alcoholes con mieles importadas. El otro ataque ha corrido por cuenta de los grandes ingenios azucareros del Valle y del Cauca, que así se preparan para cuando también los toque la apertura. En 1999, esos ingenios abastecieron con 250 mil toneladas de azúcar y mieles a los llamados “derretideros”, para que éstos produjeran una panela que ni siquiera es un alimento sino un edulcolorante, pero que por ser más barata que la auténtica la desaloja del mercado. En esa operación, que se hace con la alcahuetería del gobierno porque es abiertamente ilegal, se ganaron los falsificadores de panela el 20.8 por ciento del mercado nacional. Para completar la arremetida, está a la espera de la licencia ambiental un ingenio panelero de 30 mil millones de pesos que se montó en el departamento del Cauca bajo las exenciones tributarias de la Ley Páez, el cual de entrada acapararía cerca del 10 por ciento de las ventas gracias a sus menores costos de producción y a que utilizaría los 50 mil puntos de distribución que posee la Casa Luker S.A. Si ese ingenio lograra producir panela se violaría la Ley 40 de 1990, que prohibe hacerla en establecimientos industriales, y nada impediría que los otros monopolios de su tipo también entraran al negocio.

 

La existencia de producción artesanal de panela en Colombia, incluida la de 15 mil trapiches de tracción animal, se debe a que leyes expedidas en los gobiernos de Eduardo Santos y Virgilio Barco prohibieron su producción industrial y prohibieron también hacerla a partir de azúcar y mieles derretidas, lo que excluyó del negocio a los monopolios azucareros. La nueva arremetida de éstos -la tercera en la historia del país- tiene origen en el aumento de sus siembras de caña de 125 mil a 200 mil hectáreas entre 1992 y 1999, en las pérdidas que la crisis nacional les han provocado en los últimos años y en que así se preparan para cuando el gobierno decida levantar, por presiones de la Organización Mundial del Comercio, el arancel del 105 por ciento que protege al azúcar colombiano, con lo que se daría una inundación de importaciones de ese producto. Y también se refleja en su posición la idea de que consideran más provechoso unirse con los patrones del neoliberalismo, que unirse con la nación contra éstos.

 

De ahí que la Asociación Nacional por la Salvación Agropecuaria esté promoviendo la realización del Primer Congreso Nacional Panelero en Moniquirá el próximo 25 de marzo, al que asistirán delegaciones de todos los departamentos y en el que seguramente se tomarán decisiones tendientes a que el gobierno mantenga a los “pobres” en la panela y a los “ricos” en el azúcar, como lo ordenan las leyes que tiene obligación de cumplir y lo aconseja el bienestar de Colombia. Claro que si el ministro de hacienda ya anunció grandes importaciones de café y tantas leyes se incumplen, no sería de extrañar que se le diera vía libre a la expulsión hacia los cinturones de miseria de las ciudades y hacia las zonas productoras de coca a otras decenas de miles de compatriotas, y más cuando se sabe que los que vienen por los productores artesanales de panela son todos “cacaos” y “cacaitos” y detrás de ellos podrían llegar auténticas transnacionales.

 

Mas, sin duda, constituye un deber patriótico y una contribución con la democracia nacional respaldar como un derecho que los productores de caña panelera y los que operan trapiches artesanales tengan un buen lugar bajo el cielo de Colombia.