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¿QUIENES SON LOS DINOSAURIOS?

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Jorge Enrique Robledo Castillo

Contra la Corriente

Manizales, enero 22 de 1995

El artículo de Rudolph Hommes sobre la catástrofe mejicana (El Tiempo, Enero 14 de 1994) golpea tanto a la secta neoliberal como los propios sucesos del fin de año. Ni una palabra sobre las causas de la crisis; arbitrarias invocaciones para que ni en Méjico ni en ninguna parte se modifique en una coma el dogma aperturista; felicitaciones a Clinton “por haber asumido el papel de prestamista ad hoc de última instancia”; y, en el colmo de la astucia, ataques a los que él llama los “dinosarios” que -con muchas razones y sin contradictores serios- han analizado el por qué de lo ocurrido al Sur del Río Grande.

Para tocar solo dos de las cuestiones candentes a las que no puede referirse Hommes, ¿cómo defender un modelo supuestamente diseñado para aumentar las exportaciones, si éste le produjo a los “manitos” un déficit comercial anual del orden de 30 mil millones de dólares? ¿Y cómo alabar unas políticas aparentemente creadas para superar la “crisis de la deuda”, si aquéllas condujeron a nuevas medidas de “salvamento” que deben acrecentar los cien mil millones de dólares adeudados en, por lo menos, otros 40 mil millones? Pero, además, a este funcionario del Banco Mundial le sale el tiro por la culata cuando busca descalificar a sus contradictores tildándolos de “dinosaurios”. Veamos:

Todas las teorías y prácticas que el neoliberalismo presenta como del “futuro” hacen parte del pasado y, en ese sentido, están más cerca de la era de los grandes reptiles prehistóricos que cualquiera otra que se plantee en la actualidad. De entrada, vanagloriarse de futurista con un indigesto refrito de las doctrinas decimonónicas de Smith y de Ricardo, las cuales no tuvieron aplicación universal ni recién planteadas, constituye un irrespeto a la inteligencia de los lectores.

Puede demostrarse que, estrictamente hablando y como lo señalara un científico inglés del Siglo XIX, el “dejar hacer” y el “dejar pasar” constituyen “el estado normal del reino animal”. En las sociedades humanas primitivas aparecieron no pocos mecanismos de control social sobre la actividad de los individuos. Y el surgimiento del Estado, hace miles de años, tuvo como razón primordial la creación y mantenimiento de mejores condiciones para desarrollar la economía. Es sabido que sin un conjunto de instituciones y medidas que protejan y estimulen la actividad económica ninguna sociedad ha logrado alejarse de la animalidad. Y la intervención, presente en el esclavismo y el feudalismo, tuvo que acrecentarse desde los orígenes del capitalismo, según debe aprender cualquier estudiante de economía.

Cuentos aparte, la sociedad moderna se ha desarrollado en medio de una cada vez mayor ingerencia gubernamental, que protege o desproteje y estimula o desestimula las economías nacionales, dependiendo del tipo de país de que se trate. La propias medidas tomadas para atender la crisis de Méjico -tanto por su gobierno como por el norteamericano, y para bien o para mal- son una prueba al canto del papel fundamental del Estado en las economías de hoy.

Lo que los neoliberales quieren ocultar con sus chistes inconsecuentes es el sentido de la intervención inexorable. Si ésta debe hacerse para darle aire a la brava al criterio zoológico de que el pez grande se come al chico, como soñaría cualquier dinosaurio redivivo, o si, por el contrario, la humanidad avanza por el camino que le indica su pasado y que sería de desear, según el grado de evolución material y cultural alcanzado.