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LOS PEORES QUINCE AÑOS DE MANIZALES

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Jorge Enrique Robledo

Bogotá, 8 de abril de 2005.

Bastante mal le ha ido a Colombia desde la presidencia de César Gaviria, con la que empezaron las peores políticas económicas y sociales de la historia del país. Y así de mala o peor ha sido la suerte de sus regiones, como bien lo muestran los padecimientos de manizaleños y caldenses. Ahora, cuando se padece la aspiración del presidente–candidato para que los mismos sigan con las mismas, y se avecina la elección del alcalde de Manizales, vale la pena mirar algunos sucesos de la administración pública local.

 

A Manizales le correspondió el dudoso honor de encabezar las privatizaciones de los servicios públicos. Por ello, y en una decisión tomada a las escondidas, la mayoría de la empresa de aseo de la ciudad –que funcionaba bastante bien, como los otros servicios en manos de las Empresas Públicas Municipales– se le entregó a menosprecio a un grupito que luego le vendió sus acciones, con grandes utilidades para ellos, al capital extranjero. Y no hubo, por supuesto, ningún aporte especial que “justificara” la privatización, ni de capital ni de tecnología por parte los agraciados, pero estos sí se están llevando para el exterior unas utilidades que podrían haberse quedado en Manizales o que hubieran podido ser menores si no le hubieran dado pie al sarcasmo que dice que es más barato enviar las basuras por Servientrega que entregárselas a los del negocio de las basuras.

 

La telefónica de la ciudad, que tenía un excelente cubrimiento y uno de los mejores niveles tecnológicos del mundo –sí, del mundo– también se privatizó a menosprecio: Porvenir compró sus acciones a xxxxx y, un mes después, EPM compró las suyas a yyyy. Como se advirtió, resultó ser paja que los socios privados aportarían grandes recursos y altas tecnologías, pues lo poco nuevo que se ha hecho se ha pagado con unas utilidades salidas de las alzas escandalosas en las tarifas locales. Para empeorar las cosas, el municipio de Manizales, mediante un acuerdo de accionistas que clama al cielo, le regaló a EPM el privilegio de mandar en la empresa, a pesar de que esta apenas tiene en ella el 36,88 por ciento de las acciones, ocho por ciento menos que Manizales. Y ahora que EPM se dispone a unir todas las telefónicas que controla en Colombia en una privatizada, Manizales puede ver convertido en humo sus acciones, quedarse sin representación en la junta directiva y someterse a ser atendida por una oficina de quinta categoría.

 

La otra mala historia corrió por cuenta del traspaso del control de la Central Hidroeléctrica de Caldas (Chec), la principal empresa del departamento, también a Empresas Públicas de Medellín. En el pérdida tuvieron que ver las políticas nacionales de privatización –que fueron aprobadas de manera unánime en el Congreso por los jefes políticos de Caldas en su momento–, así como el grave error local de haber firmado el muy leonino TPA de Termodorada. Pero lo que en definitiva desposeyó a la región de la dirección de la Chec fue que la mayoría de sus dirigentes actuaron bajo la tesis deleznable de que carece de importancia que las empresas que operan en la región no sean dirigidas por quienes viven en ella.

 

Si Germán Cardona fracasó en su decisión de privatizar el acueducto de Manizales, por la vía de cederle su administración a alguien que solo aportaba su cédula de ciudadanía y ser vocero de algunos empresarios de Manizales, fue porque la indignada reacción ciudadana derrotó tamaño despropósito.

 

También cuenta en el debe de los que han mandado en Manizales y en el departamento el cierre del Hospital de Caldas, caso que por su inusitada gravedad y constituir una descomunal vergüenza para sus responsables no requiere de más comentarios. E igualmente fue fallida la gestión de la mal llamada “autopista del café”, pues se aceptó con fallas técnicas tan grandes que enseñan cómo no deben hacerse las vías, con la mayoría de los peajes en Caldas y cercando a Manizales pero con la parte más costosa de las obras por fuera del departamento, con gabelas de escándalo para los privatizadores y con un cierre financiero que solo existió en el papel y que explica la lentitud de las obras.

 

Aunque podría dar más razones, creo que con estas bastan para llamar a votar para alcalde de Manizales por Julio Restrepo, quien en todos estos años siempre estuvo del lado de la defensa del patrimonio público y del progreso de la ciudad.