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DE UN VALOR EJEMPLAR*

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Jorge Enrique Robledo Castillo

Contra la Corriente

Manizales, 10 de junio de 2002.

Pocos en Manizales han recibido tantos honores como Fabio Trujillo Agudelo, según lo muestra que fuera concejal, Representante a la Cámara, alcalde de la ciudad y gobernador de Caldas. Mas, a mi juicio, lo principal de su parábola vital, lo que lo convirtió en un personaje incomparable y seguramente el más notable caldense del siglo XX, fue su posición en defensa de los cafeteros colombianos y, especialmente, las virtudes que tuvo que tener para poder asumirla.

 

Primero como líder de Aprocafé y después como Presidente de Unidad Cafetera, la más importante agremiación independiente de caficultores que haya existido en Colombia, Fabio Trujillo Agudelo se labró un recuerdo imperecedero en la memoria de los campesinos, los indígenas y los empresarios del café. Y se lo ganó porque se la jugó toda en defensa de lo que consideraba sus justas razones, lo que le permitió superar que perteneciera al centenar de cafeteros colombianos que podía vivir del grano sin afanes y que sus puntos de vista desafiaran a uno de los más fuertes, excluyentes y celosos poderes del país del siglo XX, poder que empezaba en el café pero que se extendía a las finanzas, la industria, el comercio, la política, los medios de comunicación y las creencias de generaciones.

 

Pero lo que deseo resaltar de Fabio Trujillo Agudelo en estas breves palabras –además del patriotismo que lo guiaba y que la vida probara el acierto de sus críticas a muchas de las políticas cafeteras oficiales– es la virtud sin la cual sus demás virtudes de poco hubieran valido. Me refiero a su valor, cualidad de la que dijera Francisco Mosquera “es el hálito vital de toda empresa desbrozadora del progreso del hombre”, afirmación cierta si se piensa que cada avance de la humanidad en sus relaciones económicas, políticas y sociales, y hasta en las artes y las ciencias, ha tenido que desafiar y vencer concepciones e intereses establecidos. Para poner un par de ejemplos, sin valientes todavía la tierra sería plana aunque nunca lo fue y el poder seguiría viniendo del Cielo aunque nunca vino de allí.

 

Sin valor suficiente, Fabio Trujillo Agudelo no se hubiera atrevido a pensar diferente al pensamiento oficial cafetero y menos lo habría exclamado a los cuatro vientos; sin suficiente valor no hubiera podido repudiar las concepciones neoliberales en materia de café y tampoco le habría resistido a las ofertas que venían con ellas; sin valor suficiente no hubiera abandonado la tranquilidad de su retiro y nunca habría llamado a la lucha a la tradicional mansedumbre cafetera; sin suficiente valor tampoco hubiera descalificado a cada presidente de Colombia que gobernó contra los productores del grano, ni habría asumido la responsabilidad de encabezar inmensos actos de resistencia civil que hicieron historia.

 

Si resalto esta faceta de la personalidad de Fabio Trujillo Agudelo es por la gran importancia que le concedo, dado que Colombia no podrá salir de la crisis en que se encuentra, si cada colombiano, y particularmente quienes influimos en la opinión pública, no desafía, con el valor que sea del caso, el modelo económico que prevalece desde 1990. Y si insisto en que se trata de un problema del valor es porque ya los neoliberales criollos ni siquiera ofrecen sus baratijas ideológicas con el cuento de que algún día serán útiles y propiciarán el progreso del país. Ahora las meten mediante una especie de campaña de terror que estimula los miedos de los colombianos, aconsejándonos que no nos atrevamos a correr el riesgo de oponernos a la idea de que “el mundo cambió para mal pero es así”, porque “puede ser peligroso oponérsele a los designios del Fondo Monetario Internacional”, cantinela que reedita la que auspiciaron los españoles para acostumbrar a los americanos a lo que llamaron el “suave yugo de su majestad” y que hoy desnuda que la globalización neoliberal es cada vez más el producto de una extorsión, lo que la descalifica y augura que no podrá sostenerse.

 

*Resumen del texto leído en la Universidad Autónoma de Manizales en la presentación del libro de Fabio Trujillo Agudelo “Café amargo, predicciones de ayer sobre la crisis de hoy”, el 13 de junio de 2002.