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DE MAL EN PEOR

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Jorge Enrique Robledo Castillo

Manizales, 15 de agosto de 2003.

Según Eugenio Marulanda, Presidente de Confecámaras, la reunión del gobierno de Colombia con Robert Zoellick, Representante Comercial de Estados Unidos, para impulsar el “libre comercio” entre los dos países, se resume así: “quien tiene el oro pone las condiciones… Eso fue lo que hizo Zoellick. Decir: listo, se hace el acuerdo, pero nosotros ponemos las condiciones. Lo toman o lo dejan” (El Espectador, Agosto 10 de 2003). Entonces, cada día aumentan las razones de quienes podemos demostrar que el país no tiene nada que ganar y sí mucho que perder con la decisión de profundizar la apertura económica iniciada por César Gaviria, bien sea que esta asuma la forma del Alca o de un acuerdo bilateral con el imperio del norte.

 

En la práctica, la opinión de Marulanda coincide con el folleto que el gobierno de Uribe Vélez acaba de entregar en favor del “libre comercio”, en el cual se evidencia, para empezar, una gran irresponsabilidad. Aunque parezca mentira, sólo después de nueve años del día en que los neoliberales, sin consultarle a nadie, tomaron la decisión de incluir a Colombia en el Alca, apareció el primer “estudio” de Planeación Nacional sobre los efectos de ese pacto. ¡Y qué “estudio”! Allí, el gobierno afirma –sin probarlo– que con el acuerdo bilateral el bienestar de la población subirá el insignificante 0.79 por ciento y que con el Alca la mejoría será del 0.23 por ciento, con el agravante de que estas cifras las sacaron sin hacer análisis sectoriales, como se los restregó hasta el presidente de Analdex.

 

Y a la propaganda oficial le tocó reconocer unas verdades que han aparecido en esta columna. Según Planeación, las importaciones aumentarán bastante más que las exportaciones. Con el acuerdo bilateral, 11.92 contra 6.44 por ciento; y con el Alca, 10.07 contra 6.30 por ciento, confirmando la frase de Hommes que de lo que se trata es de aumentar lo importado y no lo exportado, lo que tendrá que generar, así no lo digan, más ventas a menos precio del patrimonio nacional al capital extranjero, para conseguir los dólares que compensen el deterioro de la balanza comercial.

 

También acepta Planeación Nacional que los ingresos del Estado colombiano por aranceles caerán 590.6 o 806.5 millones de dólares anuales, según uno u otro acuerdo, lo que implicará, aunque tampoco lo advierten, nuevas reformas tributarias para compensar lo perdido. Luego la tan cacareada disminución del precio de los alimentos y de otras mercancías por la vía de importarlos más baratos, será reemplazada por mayores impuestos al pueblo. Y la experiencia mexicana muestra que las importaciones a menores precios quiebran a los productores pero les llegan caras a los consumidores, en razón de que con la diferencia se quedan los monopolios intermediarios.

 

De otro lado, el propio ministro de Agricultura reconoció que el acuerdo bilateral, al igual que el Alca, implica la eliminación gradual de la protección por aranceles que hoy tienen el arroz, el maíz, la leche, el azúcar, etc., y que él aspira, como si fuera gran cosa, a que esos productos no se arruinen el día en que se firme el convenio sino en un proceso de unos cuantos años, siguiendo la experiencia de Chile, como ya lo definió Zoellick. Y caen en la ingenuidad o en la astucia de insinuar que Estados Unidos, con el acuerdo bilateral, le dará un trato de preferencia a Colombia en relación con los demás países del continente, como si no fuera obvio que ese acuerdo es, para los gringos, otra vía para llegar al pacto multilateral que significa el Alca, lo que permite asegurar que de cualquier manera los intereses del país se supeditarán, también, a los cambalaches estadounidenses con las naciones más poderosas de América e incluso del mundo. ¿O a alguien se le puede ocurrir que Estados Unidos va a preferir a Colombia que a Brasil en el caso del azúcar o que a China en confecciones?

 

Y ya se sabe que estos acuerdos con Estados Unidos le significarán a Colombia perder el mercado de la Comunidad Andina, que es nada menos que su primer comprador de bienes manufacturados, a lo que hay que añadirle que los principales rubros de exportación del país a los estadounidenses son bienes primarios que exportan, con muy poco valor agregado, las transnacionales. De ahí que sean cada vez más los industriales que protestan porque a las reuniones donde se decide la posición de Colombia frente a estos convenios asistan, como también ocurrió en la venida de Zoellick, los representantes de las empresas extranjeras que operan en el país.