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CRECIMIENTO INSUFICIENTE Y CONCENTRADO

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Jorge Enrique Robledo

Manizales, 7 de enero de 2006.

No por casualidad en plena campaña electoral, hasta ditirambos han salido del uribismo para ufanarse del crecimiento económico del último trimestre de 2005, pues podría suceder que en todo el año este rondara por el 4,5 por ciento del PIB. Aceptando como ciertas las cifras de una entidad cuyo anterior director renunció en protesta porque desde la Casa de Nariño le exigieron embellecerlas, ¿qué tan bueno es ese crecimiento, cómo se explica, a quienes favorece principalmente y, más importante aún, podrá sostenerse?

 

Esa tasa de crecimiento no es capaz de sacar a Colombia de las pobrezas y miserias que la avergüenzan ante el mundo. Y con ella el peor promedio económico del país en los últimos cien años seguirá coincidiendo con el período neoliberal.

 

De ese crecimiento tienen poca o ninguna responsabilidad las políticas de Uribe Vélez. Porque en los dos últimos años la economía ha contado con unas condiciones externas particularmente favorables, expresadas en aumentos considerables de los precios del petróleo, el níquel, el carbón y hasta el café, en el notable incremento de la capacidad de compra de Venezuela y en la abundancia de dinero con bajas de interés en el exterior. Incluso, puede aceptarse que la revaluación del peso ha traído consecuencias positivas en algunos aspectos, pues abarata las importaciones y disminuye en pesos la deuda en dólares. Y también han jugado su papel en el crecimiento el insostenible aumento del gasto público, la especulación inmobiliaria y el abierto lavado de los dólares del narcotráfico.

 

Al observar quiénes se han quedado con las ganancias del crecimiento, los resultados son peores, pues ellas se concentran en poquísimas manos, confirmando que Colombia, más que un cierto tipo de democracia es cada vez más una plutocracia a favor de los monopolistas. Salta a la vista que las ganancias por exportaciones mineras tienen como principal beneficiario al grupito de transnacionales dueñas del sector. Ganadores son también, y en qué forma, los banqueros, cuyas utilidades a octubre pasado sumaron 2,94 billones de pesos, con un aumento con respecto al mismo período del año anterior de 637 mil millones de pesos. Para el segundo trimestre de 2005, de un crecimiento del 5,3 por ciento del PIB, el sector financiero se quedó con el 1,68 por ciento, en tanto la industria tomó el 0,67 por ciento y agricultura 0,38 por ciento. Y las acciones en la bolsa duplicaron su valor, pero el 74 por ciento es de cinco propietarios.

 

En estas circunstancias, el desempleo disminuye en las estadísticas oficiales pero no porque aumenten los buenos empleos sino porque crece la economía del rebusque (informales y subempleados) y porque también cae la llamada “tasa de participación”, la que marca el número de colombianos que hartos ya de no encontrar trabajo, dejaron de buscarlo. Por ello, entre enero de 2004 y octubre de 2005, “los inactivos” aumentaron en 737 mil personas. Y un incremento del salario mínimo de misérrimos ochocientos pesos diarios, porque subirlo más, según el minhacienda, afectaría negativamente a Colombia en el TLC, muestra de qué se trata ese Tratado y dónde no tiene el corazón grande el Presidente. No en vano, entonces, este es el país número once en desigualdad social en el mundo, puesto que no debe desesperar a los uribistas que sí saben cómo es que funcionan las cosas y para qué es el poder, pues si logran reelegir a su benefactor es bien probable que terminen por conseguirle a Colombia medalla de oro en ese indicador.

 

Y este crecimiento no podrá sostenerse, como lo vienen explicando los analistas, quienes además hacen énfasis en el duro golpe que las importaciones abaratadas por la revaluación le están propinando al aparato productivo y recordando que una situación similar a la actual, de euforia entre algunos, se dio en Colombia antes del crac de 1999. En palabras del propio Juan Manuel Santos, “en el segundo cuatrienio, al presidente Uribe le va a tocar impulsar reformas muy duras” (contra los del común, se entiende), lo que significa que cuando la economía va bien, de las ganancias se excluye a las mayorías, pero cuando se pone mal, a estas les imponen todavía más sacrificios, verdades a las que se les suma que la constante en el neoliberalismo son los períodos de crecimientos malos o mediocres, seguidos de caídas profundas del producto nacional.