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CONTINÚA LA CRISIS CAFETERA

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Jorge Enrique Robledo Castillo

Bogotá, 29 de enero de 2004.

Son fáciles de entender las razones políticas por la cuales Uribe Vélez y sus seguidores pintan pajaritos de oro sobre la situación de la economía de un país empobrecido y en trance de serlo todavía más. Pero ya es el colmo afirmar, como afirmaron en el LXIII Congreso Nacional Cafetero de diciembre de 2003, que la caficultura colombiana avanzaba por “la senda de la recuperación”, y más cuando se sugirió que ello se debía al respaldo oficial a los productores. Para demostrarlo basta con repetir algunas de las verdades que señalé en la Comisión Quinta del Senado el año pasado, con la presencia del Ministro de Hacienda y el Gerente de la Federación de Cafeteros.

 

En 2002, y esa situación apenas mejoró levemente en 2003, en pesos reales el valor de la cosecha nacional se redujo en 52 por ciento en comparación con 1990. Esto obedece a que el precio interno de una carga de café apenas daba para pagar la mitad de los jornales y la carne que pagaba hace trece años, así como para adquirir un tercio del ACPM y los fertilizantes que compraba en la misma fecha. Y también se explica por la gran baja de la producción del país, la cual se refleja en que Vietnam desplazó a Colombia como el segundo productor del mundo.

 

El empobrecimiento en las zonas rurales cafeteras ha superado el promedio nacional, lo que ya es mucho decir. Según el Crece, en el llamado “eje cafetero” el PIB por habitante cayó en trece por ciento, frente al dos por ciento en que se redujo en el país. Además, las personas por debajo de la línea de pobreza aumentaron en 18 por ciento, en comparación con el diez por ciento en Colombia. Y el 34 por ciento de los caficultores redujo sus gastos en comida.

 

Para el día del debate, solo el veinte por ciento de los caficultores tenía acceso al crédito bancario, y el valor promedio de los préstamos apenas ascendía a cuatro millones de pesos, poniendo de manifiesto que vienen siendo excluidos de esa posibilidad. Y en Cisa, supuestamente creada para resolver el problema de tantas deudas impagables, más del cincuenta por ciento de los deudores estaba en cobro judicial.

 

Es cierto que han aumentado el número de cafetos por hectárea y la productividad de estos, así como que entre 1997 y 2002 se renovaron 317 mil hectáreas de cafetales. Pero hay que dejar establecido que esto ha sido por el enorme esfuerzo de los “pechugones”, como llamara el gavirismo a los cafeteros, pues el respaldo estatal a dicho esfuerzo ha sido bajísimo, así como se conoce la notoria reducción de las transferencias de este gobierno al precio interno.

 

Hay un hecho de especial gravedad que viene desde antes, pero que debe complicarse por el compromiso del candidato Álvaro Uribe Vélez de darles más juego a los exportadores privados. Las exportaciones de las instituciones cafeteras cayeron del 49 al 27 por ciento entre 1990 y 2002 y las compras de las cooperativas de caficultores bajaron del 63 al 37 por ciento entre 1995 y 2002, a lo que se le suma que han tenido que cerrar 116 puntos de compra. Y aumentan las quejas de los productores por el endurecimiento de las cooperativas a la hora de comprar, dureza que está siendo impuesta por las exigencias de Almacafé. En los hechos, avanza la concepción neoliberal de entregarles el comercio interno y externo del grano a las trasnacionales, lo que llevaría a eliminar o a reducir a muy poco la vigencia del precio de sustentación.

 

También denuncié que entre 2000 y 2002 se importaron a Colombia más de 10,8 millones de kilos de café tostado. Y contradije la posición oficial de no verle riesgos para este sector al aumento del “libre comercio” que se pretende con los nuevos acuerdos con Estados Unidos, porque este ya exporta en dólares cinco veces más café procesado que Colombia, porque debe eliminarse la prohibición de importar café verde al país y porque los estadounidenses tienen como uno de sus objetivos acabar con los llamados “monopolios estatales”, definición en la que podrían meter al Fondo Nacional del Café.

 

Para completar, en la reforma tributaria aprobada el año pasado les aumentaron la contribución a los cafeteros. ¿No prometieron que no agregarían más gravámenes a los decididos en 2002.