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QUÉ HACER CON EL GRAN DESEMPLEO

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Como tenía que ocurrir, las medidas necesarias para disminuir el contagio del Covid-19 –medidas que exigían y exigen determinarse con sabiduría– golpearon durísimo la economía y el empleo, según ilustra que el desempleo de abril llegara al 19,8 por ciento, aumentando los sufrimientos ciudadanos en proporciones inenarrables, cifra que puede aumentar al conocerse los datos de mayo y ser aún peor al final del año. Porque no hay cómo eliminar del todo el distanciamiento social, el consumo ha caído en picada, muchos negocios están debilitados o quebrados y es inmenso el ahorro desaparecido.

Y porque, como hemos insistido aquí y no podemos dejar olvidar, esta situación golpea a un país bastante mal preparado para enfrentarla, por las debilidades estructurales de su sistema de salud y de las condiciones económicas y sociales. Es falaz entonces el muy dañino relato que el duquismo intenta imponer: “Tan de malas el doctor Duque, ¡cómo iban de bien el empleo y la economía!”. Carreta. Porque las cifras prueban que la crisis venía agravándose desde antes y que lo que hizo el coronavirus fue empeorarla.

Más de la mitad del desempleo de abril venía del año pasado, que terminó en el bastante alto del 10,5 por ciento. En marzo, además, cuando las medidas de control de la pandemia no habían golpeado del todo, aumentó al 12,9 por ciento. Y subía desde 2015, luego de que la lotería de la bonanza petrolera nos sacara de la desocupación de casi el veinte por ciento al que llegó el país en 1999. Siempre en medio de las tasas muy altas de informalidad de pobres y paupérrimos que se ha usado para ocultar el alto desempleo estructural, como también es estructural la pobreza que lo acompaña y que no desaparece porque la astucia de la estadística oficial la divida entre pobres y vulnerables.

El debate sobre cada causa del desempleo resulta crucial, tanto para lo que hay que hacer en el corto plazo como en el mediano y en el largo, si se quiere de verdad superarlo. Nada hay peor que diagnosticar mal una enfermedad, como lo aprendieron tantas víctimas.

La pandemia le hizo el favor a Duque de taparle lo mal que venían las cosas en su gobierno y la alta probabilidad de que, aún sin ella, también se hubiera desatado una gran crisis. Así lo probaban el alza del dólar y la mala nota de las calificadoras por la incapacidad del modelo económico para generar las divisas necesarias para operar. Se había vuelto a probar que Colombia no debe destruir el agro y la industria ni profundizar el desempleo y la desigualdad social por andar tras la quimera de que la deuda externa y la inversión extranjera –que les sacan a los países más plata de la que les aportan– pueden reemplazar la generación de riqueza, ahorro interno y empleo, así como aumentar la capacidad de compra de sus gentes.

Sin perder la perspectiva anterior y la necesidad de actuar desde ya en ese sentido, alejando al país de los contraevidentes y perniciosos dogmas neoliberales, la primera urgencia consiste en que Duque aumente en grande el gasto público para atender necesidades de salud, sociales y económicas, todas las cuales deben promover más y mejores empleos y actividad económica. Para ello debe empezar por abandonar la tacañería de invertir en la atención de la crisis y como costo fiscal menos del 2,8 por ciento del PIB, por debajo de 76 países del mundo (bit.ly/2Y2UQrb), porcentaje que Carrasquilla me aceptó en el Senado. Pero que ahora Duque, engañando, dice que es del once por ciento.

En el mundo y en Colombia ya arrancó el debate del que dependerá el futuro. Y por todas partes de habla de cambio. Solo que los jefes de la actual globalización quieren seguir profundizando las desigualdades –entre las personas y los países–, pero, eso sí, echando el cuento de que proponen modificaciones de importancia. En tanto otros, ampliados por la fuerza social y política que da que la experiencia confirme o no las teorías, pugnamos por transformaciones democráticas de importancia, entre las que no puede faltar que cada país debe que tener el derecho a poder salir del atraso y el subdesarrollo y crear más riqueza y más y mejores empleos, las bases de todos los restantes progresos.

Coletilla 1. En mi segunda carta al presidente Duque sobre la pandemia, le propongo subir los aranceles en sectores como las confecciones y el calzado y perseguir en serio el gran contrabando. Correcta manera de estimular la industria y el empleo y los ingresos fiscales (bit.ly/2z4U18C).

Coletilla 2: El ministro de Defensa dijo que las tropas norteamericanas no vienen en tránsito sino a actuar en Colombia y que por eso no le pidió permiso al Senado. Notorio suicidio. Porque no hay norma en la Constitución ni tratado internacional que lo permita, según el Consejo de Estado y la Corte Constitucional. Así lo explico en mi parte del libro “Relaciones militares Colombia-Estados Unidos” (bit.ly/3dFrZ2B).

Bogotá Junio 5 de 2020