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Las verdaderas causas de los veranos y los inviernos destructores

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Intervención del senador Jorge Enrique Robledo. Comisión Quinta del Senado, 12 de abril de 2016.

Estados Unidos genera el 25% del efecto invernadero y Colombia solo el 0,4%. Si responsabilizamos entonces de nuestros líos de sequía o inundaciones al calentamiento global o al fenómeno del Niño, pienso que estamos desenfocados. Hay inundaciones y sequías no causadas por el invierno o el verano propiamente dicho, sino por toda la destrucción que hemos hecho del medio ambiente. En los Llanos Orientales, la mala prospección minera está rompiendo los acuíferos. En La Guajira, el único río se está yendo a atender al Cerrejón. Allí la ANLA y la CAR autorizaron mover el Arroyo Bruno. En Colombia no hay casi reservorios ni conducción. Los gobiernos convirtieron el agua en un gran negocio en beneficio de los magnates nacionales y extranjeros.

En Colombia hay un grave problema ambiental tanto de veranos como de inviernos y de contaminación, pero solo me voy a detener en el caso del verano y del invierno, porque guarda relación con dos temas muy mencionados, el famoso cambio climático y el famoso fenómeno del Niño o de la Niña. Y me permito llamar la atención, y espero no ser incomprendido, de cómo, siendo cierto que el cambio climático y el Niño afectan el ambiente, ambos son fenómenos, como vamos a verlo, que no podemos manejar. En Colombia también afectan el ambiente otros fenómenos sobre los cuales sí podríamos actuar y no se actúa como se debería. Se habla mucha retórica aduciendo que el problema ambiental del país se genera por fuera de lo que nosotros podemos manejar. Empieza entonces a suceder que se achaca la culpa a los demás, a hechos que están fuera de control y mientras tanto no atendemos los que sí podríamos y debemos atender.

Mencionemos primero el caso del cambio climático y del calentamiento global, que es finalmente lo mismo. De qué se trata. Viene subiendo la temperatura global, con impactos indeseables de muchos tipos. Se sostiene, con buen criterio, pienso yo, que una parte determinante de ese calentamiento global en las últimas décadas tiene que ver con los gases de efecto invernadero, producidos en procesos industriales o agrícolas o pecuarios y que al irse a la atmosfera dañan la capa de ozono y generan un efecto invernadero.

Lo primero es poner en matemáticas de qué se trata este asunto, porque si no, no se entiende. Ya algo se ha mencionado aquí. Los gases de efecto invernadero se producen en la agricultura, en la ganadería, en el transporte, en la generación de la energía eléctrica, en la industria. En Colombia hay una idea, a mi juicio desviada, de que es el transporte el único que genera el problema y que si se ataca esta causa, se resuelve el asunto. Pero resulta que el transporte, el consumo de combustibles fósiles, aporta el 14 por ciento del total del fenómeno a escala global y nacional. Las cifras pueden cambiar un poco, desde luego, lo que estoy señalando es que es relativamente bajo su importe.

Quiero dejar planteado entonces, lo primero, que si se ataca solo un aspecto, no se va a resolver el problema, porque es muy diverso. Y lo segundo, si se quiere más importante, preguntar quiénes son los que están calentando al mundo. Y entonces miremos las cifras, y les llamo ustedes la atención, porque es aquí, a mi juicio, donde en Colombia hay una confusión muy grande, interesada o no interesada. Estados Unidos: 25% de los gases de efecto invernadero; Europa: 27,7%; la antigua Unión Soviética: 13%; China, India y el resto de Asia: 12%; América Latina: 3,8 por ciento del total. O sea que el problema no lo generamos los latinoamericanos. Importantísimo que quede claro.

Y si nos vamos a Colombia, uno encuentra cifras de 0.3 ó 0.46 por ciento, nos lo dijo ahora el ministro, y las cifras se discuten. Digámoslo en este tono: si en Colombia redujéramos a cero la emisión de gases de efecto invernadero, algo absolutamente imposible, el calentamiento global ni cuenta se daría. Y es importante examinarlo en perspectiva, porque al debate hay que ponerle seriedad. Cuando uno oye decir que se van a atacar los gases de efecto invernadero metiendo en las ciudades cien taxis eléctricos, y ve que Colombia aporta el 0,4 por ciento de los gases de efecto invernadero y el transporte solo el 14 por ciento, concluye: eso no es serio. Por qué votan la plata. Un taxi eléctrico vale más de cien millones de pesos y no le hace nada al efecto de gases de efecto invernadero. Nada. Ahora, en un país de escasos recursos hay que mirar cuidadosamente estas genialidades que se les ocurren a nuestros gobernantes, no sea que los pocos dólares que tenemos nos los gastemos donde no es. No digo que no haya un problema de gases de efecto invernadero, de calentamiento global, ni que Colombia no lo deba tener en cuenta, pero las cosas hay que mirarlas en sus justas proporciones para ver dónde enfocamos los esfuerzos.

Desafortunadamente, aquí se piensa que nuestros problemas son causados por otros. Este es un país tan atrasado que ni gases de efecto invernadero produce. La mayor parte los ponen las vacas por su cuenta, o sea que no es propiamente por la industrialización.

Paso a hacer referencia al fenómeno del Niño, que nos genera inviernos más fuertes y veranos más fuertes. Se trata de un fenómeno que tiene siglos o milenios de estarse produciendo, un fenómeno propio del funcionamiento general del globo terrestre, un planeta complejo y que está “vivo”, con masas oceánicas y con montañas que crecen y decrecen. Luego pensar que Colombia puede evitar el fenómeno del Niño, probablemente sea una desproporción absolutamente descomunal, porque se presenta con independencia de nuestra voluntad.

Si responsabilizamos entonces de nuestros líos de sequía o inundaciones al calentamiento global o al fenómeno del Niño, pienso que estamos desenfocados. Porque por ahí no vamos a poder atender el problema. En cambio, miren ustedes soluciones que sí podrían estar a nuestro alcance. El agua no es problema en Colombia, porque el país la tiene, si se quiere, incluso en abundancia. Colombia no es el Desierto del Sahara, y tampoco estamos, como Bangladesh, inundados casi todo el año. No. Nosotros disfrutamos de un régimen de lluvias bastante bueno, por llamarlo de alguna manera: No es un fenómeno incontrolable.

Dónde estriba el problema. ¿Por qué nos hacen tanto daño los inviernos? Está sabido. Porque hay inundaciones no causadas por el invierno propiamente dicho, sino por toda la destrucción que hemos hecho del ambiente. Estamos deforestando sin piedad y la deforestación impide que la naturaleza funcione como una esponja y retenga las aguas del invierno. Estamos destruyendo las ciénagas, lo que acaba con las zonas de amortiguamiento de los ríos y aumenta las inundaciones. Y hay un fenómeno si se quiere más dramático y es que la gente, por necesidad, está localizada dónde no debería estar. Ahora, siempre pobres. Ninguna persona adinerada está localizada en zonas de alto riesgo.

Son asuntos que en sentido estricto no tienen nada que ver ni con el calentamiento global ni con el fenómeno del Niño. Repito, no quiero decir que no haya que atender ambos fenómenos, que a escala global son complicadísimos.

Qué pasa con los veranos. Como la naturaleza no retiene el agua, los ríos se secan con inmensa facilidad. Son secuelas que uno conoce desde el colegio. Y al revés, en el invierno el agua pasa derecho y provoca una destrucción inmensa. Hay una muy grave destrucción y cada vez mayor de ciénagas, lagunas, fuentes de agua, acuíferos. El país tiene que echarle ojo, para citar un caso, al lío de los Llanos Orientales con el petróleo. No pueden las trasnacionales seguir rompiendo acuíferos con una mala prospección minera, con una mala explotación, porque en acuífero que se rompe no hay corcho que funcione. Y nos empezamos a quedar sin aguas superficiales y al mismo tiempo sin aguas subterráneas. Y no es un problema de la naturaleza, sino de la actuación de los seres humanos.

Miren ustedes el lío que hay en La Guajira, donde no llueve mucho, pero allí hay un río, el Ranchería, que en una parte inmensa se está yendo a atender el negocio carbonífero. Las trasnacionales intentaron mover el propio río Ranchería, prácticamente el único río de la zona, y como no pudieron por la resistencia ciudadana, van a trasladar el Arroyo Bruno, afluente del Ranchería. Y lo más aberrante, hace dos días la Agencia Nacional de Licencias Ambientales, la ANLA, y la CAR de La Guajira, las autorizaron para hacerlo, es decir, para matarlo. Y están moviendo afluentes también en Cesar. Y pasan todo tipo de abusos, no atribuibles al calentamiento global ni al fenómeno del Niño.

Hay otro problema gravísimo, fácil de entender: no hay reservorios. Colombia no almacena aguas, una solución elemental en un país de cordilleras, que podría disponer de todo un sistema de pequeños, medianos y grandes reservorios para atender en el verano los acueductos, el riego y demás necesidades. Sobre esto no hay prácticamente nada en Colombia. Pero más grave aún, si ustedes quieren, no hay las conducciones adecuadas para llevar el agua de un sitio a otro. Una solución también elemental, porque por fuertes que sean los veranos en una región, sigue habiendo agua en otras. No todos los ríos se secan.

Voy a poner ejemplos conocidos. En las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta hay una represa sobre el Ranchería, con millones de metros cúbicos de agua, pero en los alrededores hay nueve municipios padeciendo sequía. Los habitantes están esperando hace años que alguien les ponga los tubos, es más, el proyecto se diseñó para eso, y el agua está almacenada ahí y ninguna autoridad construye la conducción. Otro ejemplo, en la Sierra Nevada de Santa Marta hay muchísima agua y sin embargo no llega a Santa Marta, cuyos habitantes padecen una situación complicada. Y no la hay porque no existen las conducciones, que se están gastando en minería en otras zonas. En Cali, lo mismo. El río Cauca no se ha secado una sola vez, Cali incluso está cerca del Pacífico y el Chocó, la zona más lluviosa del mundo. Pero no hay conducciones, como tampoco en Ibagué. Desde tiempos inmemoriales, los gobiernos no han sido capaces de construir las conexiones.

¿Por qué no se resuelven los problemas? En parte porque ahora se inventaron que lo que no sea por APP, Alianza Público-Privada, no se hace, y es un llamado cordial a las gentes de las CAR a pensar en el interés común. El caso del Ranchería es evidente. Resulta que darle cierre financiero a un acueducto resulta hoy casi imposible, porque los costos de las tarifas se van a tales niveles que impiden hacer el proyecto. Otro caso, la represa del Cínera, la solución al acueducto de Cúcuta y a los problemas agrícolas del área del Zulia, pero claro, construirla vale un poco de plata. Pero no puede ser un negocio privado de unos pocos magnates.

¡Cómo así que el agua solo se le puede suministrar a la ciudadanía si un particular se gana un platal en utilidades! Este es un Estado incapaz de prestar un servicio público, incapaz de actuar pensando en la gente. Siempre los gobiernos solo tienen en cuenta a los magnates nacionales y principalmente extranjeros que quieren hacer ganancias con el negociazo del agua. Es que lo del Ranchería irrita, da rabia. Porque ahí está el agua, pero no han podido armar la APP, no han podido encontrar al negociante al que le monten el negocito, el peaje que están obligados a pagar los pobres de La Guajira para tener agua.

Colombia cuenta con tantas aguas subterráneas como las que tiene en la superficie, metro más metro menos, no me voy a meter en cifras. Y pregunto, ¿por qué no se usan en grande? Lo propongo como un debate, y puede ser que esté equivocado y que no se deban usar. Pero les doy algunos datos: el 80 por ciento del agua que consume Ciudad de México es agua subterránea. Lo mismo el 50 por ciento del agua que consume Estados Unidos y el 60 por ciento del agua que consume Australia. Pregunto: cómo es posible que en La Guajira la gente se muera de sed si hay agua de excelente calidad en el subsuelo, que podría extraerse a costos razonables. Y lo mismo podríamos decir para el resto de Colombia.

Concluyo insistiendo en la idea de que hay que mirar el calentamiento global y el fenómeno del Niño, claro, pero esos hechos no nos pueden llevar a perder de vista estos otros muy graves que estoy mencionando y sobre los cuales el país tiene que actuar cuanto antes, pues, de no hacerlo, no vamos a llegar ni siquiera al día en que algo se pueda hacer contra el calentamiento global, que repito, no va a depender de nosotros, sino de otros.

Deberíamos estar montando una campaña nacional contra el calentamiento global de los gringos y los franceses y los rusos. Atendamos entonces la realidad que estamos viviendo.