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Las causas de las pésimas políticas tributarias globales y cómo modificarlas

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Quienes intervinieron antes de Robledo, todos ellos congresistas y estudiosos conocedores del tema, explicaron los inmensos daños que les provocan a nuestros países los sistemas tributarios promovidos por los centros de poder globales, diseñados para que las trasnacionales no paguen los impuestos que deberían pagar, con lo que se nos impone, también de esta manera, un profundo subdesarrollo económico, una gran desigualdad social y una enorme corrupción

Jorge Enrique Robledo
Senador Polo Democrático Alternativo
Colombia

Voy a partir mi intervención en cuatro aspectos, brevísimos por razones obvias. El primero, de Colombia voy a decir muy poco. Baste informarles que somos uno de los diez países más desiguales del mundo. En estos días le requerí a la Administración de Impuestos que me entregaran la lista de los evasores de impuestos sancionados en los últimos años en Colombia, y la respuesta que me dieron es que es secreto. Entonces imagínense el sistema tributario que tenemos. No voy a dar más datos, porque creo que ese es suficiente. Los delincuentes están formalmente protegidos por el Estado colombiano.

Lo segundo: a mí me alegra, después de oírlos a ustedes, especialistas, confirmar que estoy del lado correcto del debate, porque creo que se han dado argumentos de sobra para demostrar que lo que viene sucediendo es realmente espantoso. Voy a centrar más mi intervención no en repetir lo que se ha mencionado y que es igual en Colombia, sino en plantear, bueno, y ahora qué hacemos. Porque aquí el problema al final es y entonces qué hacemos, pues si no dejamos en claro que hay qué hacer, cómo hacemos para transformar las cosas que no nos gustan.

Sobre el qué hacer, la parte fácil para ustedes es sentarse a decir, en un par de días, aquí se necesitan estas y estas medidas, no sé, precios de transferencia, precios de materias primas a la hora de pagar las regalías o los impuestos, tantas cosas, controlar las guaridas fiscales, y me gusta ese nombre, hay que seguirlo usando, salgámonos del término paraíso, porque manda una idea equivocada. 

La parte complicada es cómo poner en la dirección de los Estados a quienes estén de acuerdo con nosotros, porque si siguen gobernando ellos, por supuesto que las cosas no van a cambiar. Voy entonces a plantear unas premisas para hacer una propuesta al final. Las premisas son muy obvias, sé que ustedes las saben, pero por razones de la exposición creo que vale la pena refrescarlas.

La primera, qué es el capitalismo y cómo actúan los capitalistas. El señor Friedman, uno de los cerebros de este desastre, lo aclara: “Hay una, y solo una, responsabilidad social de las empresas, cual es la de utilizar sus recursos y comprometerse en actividades diseñadas para incrementar sus utilidades”. La ley superior que supedita todas las demás en una economía de mercado es entonces la búsqueda de la máxima ganancia. Y esa ley no la han derogado, y es más: aquí ni siquiera estamos discutiendo que se derogue, porque estamos haciendo un debate dentro de la lógica de la economía de mercado.

Tercero: George Soros, que no es santo de mi devoción, hizo en estos días la explicación que voy a leerles: “Los mercados financieros –ustedes saben de sobra que el capital financiero es el que controla los demás capitales– no son inmorales, son amorales”. No es que tengan una mala moral, es que carecen de moral. Y agrega: “La moralidad puede llegar a ser un estorbo, les va mejor a los que están libres de todo escrúpulo moral, los poco escrupulosos aparecen en la cumbre”. El pleito que enfrentamos entonces es con los poco escrupulosos. No voy a decir que alguno no lo sea y logre colarse y aparezca en la cumbre, pero por norma a quienes estamos desafiando es a los poco escrupulosos que van detrás de lo que enuncia el señor Friedman, la máxima ganancia. Y una anotación más para acabar de redondear el asunto. El señor Henry Kissinger anota textualmente: “En realidad la globalización no es otra cosa que otro nombre para el papel dominante de Estados Unidos”. Dominante, no excluyente, dominante.

Son ellos los que tenemos al frente. Y esos a quienes enfrentamos van por la máxima ganancia. Y una parte relativamente fácil de lograrlo es tocando los impuestos. Si yo logro reducir la tasa tributaria o evadir los impuestos, pues la ganancia se dispara. Es una afirmación bastante fácil de establecer. Es probable que sea incluso más fácil lograr ganancia ahí que mediante un avance tecnológico o rebajando los costos salariales. Y que en los riesgos de la ciencia, ni se diga. De manera que rebajar los impuestos, la tasa, es una vara mágica en el mejoramiento de la tasa de ganancia.

¿Cuál es entonces el papel de las potencias en el mundo? Porque las trasnacionales están representadas por los gobiernos de los respectivos países, y esas potencias controlan a la OCDE, al Fondo Monetario Internacional y a todos los organismos internacionales de crédito. ¿Cuál es entonces el papel de las potencias? Hacer que en esos organismos se hagan las cosas que ellos ordenan para cumplir estos requisitos. Ese es su trabajo, y aquí no caben ilusiones. Pensar que los vamos a persuadir… El único monopolista –porque el libre comercio es para imponer el monopolio de las trasnacionales– que no utiliza el monopolio para lograr ganancias monopolísticas es el monopolista estúpido, y ese jamás llega a jefe de monopolio. Eso jamás va a suceder. Entonces bajémonos de la nube de pensar que los vamos a persuadir. No, no es posible persuadirlos globalmente, porque eso no se corresponde con su naturaleza.

Es una parte del problema. Y entonces alguien me dirá y por qué en Colombia también hacen las mismas cosas mal hechas que en otras latitudes. La explicación es sencilla. Antes las potencias controlaban el mundo a tiros y ahora lo hacen mediante acuerdos internacionales y políticas globales. Lo que se está imponiendo, y es el gran cambio que ha sufrido la humanidad en los últimos años, es que ya no se imponen a sangre y fuego, aun cuando también, porque no es que lo hayan abandonado, sino que lo principal es lo que podemos llamar “las servidumbres voluntarias”, que en últimas no son tan voluntarias. Antes los virreyes venían de la metrópoli dominante, ahora son nativos, porque les corresponde a unos nativos seleccionados cumplir con ese papel. ¿Y cómo los cuadran? Pues incluyéndolos en las tasas de ganancias de las potencias. Untándoles la mano, decimos en Colombia. 

Son lecciones como de primer semestre de economía, pero repito, me limito a reiterar lo que todos sabemos de sobra. Quienes dominan tienen que lograr que el grupo de nativos a su servicio termine separando su suerte personal de la suerte de la nación respectiva. Esa es la gran genialidad. Que su suerte no dependa de la suerte de la nación a la que representan, sino de la suerte de las potencias y las trasnacionales. Lo que estoy afirmando aquí se puede demostrar hasta aritméticamente. Por eso asumen una actitud de “servidumbre voluntaria”.

Paso ahora a exponer el tema de la solución. Aquí no hay otra solución posible que empezar por cambiar a los nativos que no trabajan para las naciones que representan, sino que lo hacen para las grandes potencias y las trasnacionales. No es posible que una negociación de un TLC salga bien para Colombia o para México si todos los que se sientan a la mesa, digamos, en el TLC con Estados Unidos, representan los intereses de la potencia norteamericana. Es absolutamente imposible.

Aquí la discusión clave es cómo ganar el poder político para vencer a esos nativos. Tampoco a ellos los vamos a convencer, porque su negocio es otro. Cómo hacer para vencerlos, para derrotarlos políticamente, y siendo colombiano, me toca enfatizar, política, democráticamente. O sea, no se trata de ponerles una bomba ni de secuestrarlos. Les cuento que llevo en estas luchas 50 años y siempre en contra de la lucha armada. No es ese entonces el punto que estoy planteando, quiero dejarlo bien en claro. Se trata de derrotarlos políticamente. 

Qué quiere decir derrotarlos políticamente. Ganar el respaldo de la ciudadanía, ganar el respaldo de la gente para poner en las direcciones de los Estados a quienes creen en un progreso soberano. No se puede de otra manera. Empezar por ganarnos a los más pobres, y digamos que por lo menos en teoría parece relativamente fácil. Pero aquí es dónde empieza la parte interesante de lo que estoy exponiendo. Es posible ganar para esta posición también a las clases medias asalariadas de todos estos países, entre otras cosas, porque las reformas tributarias se están concentrando en castigarlas. ¿Cómo ocurre en Colombia? Les suben el Impuesto al Valor Agregado (IVA) a pobres y clases medias, y les aumentan el impuesto de renta a las clases medias, porque además se inventaron la teoría de que los ricos de Colombia son los de la clase media. Esa es una parte de la manipulación que estamos viendo.

Pero no es suficiente. Y aquí voy a plantear la parte que puede ser más compleja. Hay que ganarse también a las clases medias empresariales. No solo a las clases medias asalariadas. Estoy hablando de ganar para esta propuesta al empresariado o por lo menos a sectores muy importantes. Y ganarlos explicándoles algo que ellos saben porque lo vienen padeciendo: haciéndoles ver que ellos también son víctimas del libre comercio. Con Alberto Arroyo conversábamos ayer y él me informaba que en México ha habido una masacre empresarial. Igual que en Colombia. Es más, en términos de economía agrícola, puede haber en Colombia más quebrados entre el empresariado que entre el campesinado. Porque el campesinado tiene una capacidad inmensa de aguantar hambre y crisis y tragedias y, aun así, logra aferrarse a la tierra. Y entre los indígenas ni se diga. Se aferran a la tierra por razones culturales.

Aquí el problema es entonces cómo ganarnos, si no a todo el empresariado, por lo menos a una parte muy grande, y cómo neutralizar a otros sectores. Entonces lo primero que hay que dejar en claro es que no se trata de una batalla entre el capital y el trabajo, sino de una batalla entre las naciones que nosotros podemos representar aquí y unas potencias imperiales que han definido organizar un mundo en el que nosotros no tenemos cabida distinta de la paupérrima que se nos ha reservado. Al final, me dirán ustedes, no es posible. Yo les respondo de antemano: sí es posible.

En contra de la globalización, hay un punto de coincidencia entre todas las clases sociales de una nación como las nuestras. Es que la globalización no solo distribuye mal la riqueza, sino que no nos deja crear riqueza. Tal como está planteada, la globalización no le permite al empresariado desarrollarse, no le permite satisfacer sus ambiciones de ganancia. Es más, le prohíbe acceder a la ganancia mediante una serie de actos absolutamente leoninos. Ahí hay un punto de coincidencia inmenso, material, no solo el ideológico que descansa en la soberanía y el patriotismo.

Y hay otro punto que guarda relación con este tema específico. Una de las grandes astucias de la globalización, por lo menos en Colombia, fue la de igualar la tasa de impuesto de renta de las trasnacionales y monopolios con la de los empresarios no monopolistas. En Colombia antes había impuestos de renta diferentes para las sociedades anónimas y  las sociedades limitadas, hoy se han igualado. Entonces apareció una falsa representatividad en el tema de los impuestos por parte de las trasnacionales. Que cuando hablan de bajar impuestos, lo que están diciendo es rebajarles los impuestos también a los empresarios no monopolistas.

Nosotros qué estamos planteando en Colombia. No, señor, que los separen. Sí, les vamos a bajar los impuestos a los empresarios no monopolistas. Pero que las trasnacionales y los monopolios sigan pagando las tasas altas. Si no logramos escindir los intereses del empresariado no monopolista de los del empresariado monopolista y particularmente de las trasnacionales, no va a ser posible desarrollar las fuerzas productivas. El tema de los impuestos es un tema de coincidencia y ni se diga el de crear riqueza. Es que lo más grave que nos está pasando con la globalización no es ni siquiera que se distribuya mal riqueza. No, es que no nos dejan crearla, distinta de la riqueza de la minería o de pronto de alguna materia prima agraria, que en el caso de Colombia es el café de hace cien años y el banano de hace cien años y las flores de hace cincuenta años. Entre otras cosas, porque no hay a quién clavarle un banano más en el mundo. Entonces ahí hay todo un terreno para avanzar en esto que yo llamaría una inmensa unidad.

Termino diciendo algo a mi juicio muy importante. La crisis de ellos no es la crisis de nosotros. Nosotros estamos obligados a crear nuestra propia teoría, porque no es cierto que el pensamiento que ellos necesitan, incluidos los sectores democráticos, deba ser igual al nuestro. Y les doy un ejemplo. La crisis de ellos obedece a que tienen tanto capitalismo que terminan quebrándose. Y en parte por eso vienen a arrasarnos, inundándonos con sus excedentes. Nuestra crisis es, al contrario, por carencia de capitalismo. Colombia padece un capitalismo de irrisorios 6 mil dólares de producto per cápita. O nos salimos de ese infierno o aquí no hay nada qué hacer. Nadie, ni el genio más genio, ni el hechicero mayor, ha sido capaz de inventarse la manera de distribuir una riqueza inexistente. En estos países, o producimos riqueza, o producimos riqueza, o producimos riqueza. O no tenemos futuro. Y en esa tarea nos podemos unir con el empresariado, con los campesinos, con los indígenas, con los trabajadores asalariados y con todo el mundo del rebusque, que es el 50 por ciento de nuestro país. Es eso lo que tenemos para ofrecerles a esos compatriotas, una gran convergencia, una gran unidad.

Los orígenes del pensamiento pueden ser distintos. Pero el punto concreto es encontrar las fórmulas que nos permitan salir a defender esas ideas. Y dentro de ellas, levantar la bandera contra la corrupción tributaria, contra los que se roban la plata de estos países robándose los impuestos, porque no son evasores, son ladrones. Hay que decirlo con todos los nombres. No es que eludan, no, este debate hay que plantearlo con todo el rigor y con toda la seriedad. Creo que si trabajamos aquí a partir de esas realidades nacionales, podemos crear unas realidades continentales o globales que nos permitan cambiar las cosas.