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La crisis nacional: causas y propuestas

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VIDEO: https://youtu.be/QJeDWIGhs90

Empiezo por agradecer a todos quienes están conectados con nosotros, muchas gracias por la compañía. Por supuesto que mis agradecimientos muy especiales al doctor Daniel Medina y al doctor Santiago Perdomo, y en general a Colpatria por la hospitalidad que me brindan. Sé muy bien de la importancia de este auditorio. Repito que es muy grato para mí estar con ustedes. La idea es que yo haga una presentación, alcanzaré a detallar algunas cosas, y después que haya un tiempo para preguntas o para controversia, como a ustedes les parezca mejor. Repito, entonces, un saludo muy especial a todos ustedes, mis agradecimientos a quienes han promovido este evento.

Contarles además una cosa que me agrada que se sepa, cuando yo me vine a estudiar a Bogotá mi papá era el gerente de Colpatria para Ibagué y para el Tolima. Quería recordar eso, porque esos eran los días del doctor Carlos Pacheco Devia, y en parte estoy aquí también por esa relación, en el sentido de que allá vengo.

Lo otro que quería señalar para empezar tiene que ver con esto: yo solía decirles a mis estudiantes en la Universidad que uno no va a donde el médico a que el médico le diga dónde le duele, porque eso ya uno lo sabe. Uno va a donde el médico es a que el médico le diga por qué le duele, cuáles son las causas del dolor y cómo remediar ese dolor. Ahora, si el médico se equivoca en las causas, en el diagnóstico, sin duda se va a equivocar en el tratamiento y la cosa va a terminar mal. Entonces, por eso esta charla que estoy presentando, la llamo Causas y propuestas para la crisis nacional. No voy a detenerme inicialmente en el tema de las causas, en esto voy a ser muy cuidadoso, porque aquí hay un debate, que es un debate de mucha importancia, bueno, qué tan bien o qué tan mal está Colombia. Si Colombia está bastante bien, digamos que en lo fundamental, sigamos haciendo las cosas como están. Pero si resulta que Colombia tiene severos problemas, más graves que lo que se quiere reconocer, pues se van a necesitar cambios más importantes. Entonces, repito, voy a desarrollar la charla en esas dos direcciones.

Pero además, antes de señalarlo, plantear esto, a lo que le concedo una inmensa importancia, que tiene que ver con la potencialidad del país. Como lo voy a explicar, Colombia podría funcionar a este nivel de prosperidad o de desarrollo o de empleo o de creación de riqueza (con las manos se marca un nivel alto). Y yo creo que estamos operando bastante por debajo de nuestro nivel de potencialidad. Y este es el debate realmente. Por qué Colombia, a diferencia de otros países que despliegan sus potencialidades muy bien desplegadas y tienen relativamente muchísimos menos que Colombia, porque Colombia en cambio no logra despegar sus potencialidades.

Y entonces digo una cosa, Colombia podría ser mucho más de lo que dicen, porque tenemos los dos grandes recursos que tiene que tener un país para desarrollarse y para salir adelante. El primero, tener un territorio grande, el territorio de Colombia es un territorio bastante grande, muy lleno de todo tipo de riquezas, no hay necesidad de detallarlo, pero tenemos inmensas tierras, dos mares, suficientes aguas, o sea, que por el lado del territorio digamos que estamos bien. Y además tenemos, y aquí ya hay un debate, pero voy a enfatizar en esta idea, tenemos una gente de primerísima calidad humana, genética, llamémosla así, es la calidad de los colombianos. A mí en estos días me agradó mucho que los empresarios muy exitosos Jimmy Mayer y Cristián Daes hubieran señalado que lo mejor que ellos tienen para sus éxitos económicos son los trabajadores colombianos. Y al mismo tiempo tengo que decir que también los empresarios colombianos están bien dotados por la naturaleza. No es cierto que este país en su conjunto sea un país de perezosos o de bobos o de gente que no quiere hacer las cosas. Y lo mismo puede decirse de los demás sectores, campesinos, indígenas. Este es un país de gente buena en general. Y con una riqueza territorial inmensa. Entonces aquí hay que hacerse una pregunta: por qué no estamos tan bien como deberíamos estar.

Enfatizo en esta idea porque he sentido desde hace muchos años en Colombia, desde los 90, un discurso antinacional en el sentido de tener montada una controversia en torno a que a los trabajadores no les gusta trabajar, que los empresarios no hacen las cosas bien, etc. Yo no comparto esa idea. Yo creo que las cosas no funcionan es porque no se ha gobernado de una manera que cada uno en su puesto pueda desplegar toda su capacidad y toda su (inteligencia)

Entonces decía que Colombia puede ser un gran país, pero creo que no lo es. Voy inicialmente a demostrar cómo los problemas de Colombia son más graves de lo que parecen. De un lado las cifras de pobreza son escandalosas. Voy a dar una que es muy reciente y que me impresiono mucho: un tercio de las familias de Colombia hace dos comidas o una comida al día. Yo creo que esa es la manera más gráfica de mostrar el sufrimiento. ¡Treinta por ciento! Estamos hablando de muchísima gente en esas circunstancias.

Si miramos otro medidor no solo del sufrimiento, sino de las condiciones económicas del país, el tema del desempleo yo diría que es un desastre. Y estoy dando cifras anteriores a la pandemia. Porque aquí también se nos ha querido decir que todo iba muy bien, pero que de malas los colombianos que nos apareció la pandemia. Y es verdad que la pandemia nos ha creado problemas nuevos muy graves, pero ya antes de la pandemia teníamos severos problemas. La economía colombiana en enero, febrero y en marzo está en gravísimos aprietos.

Veamos algunas cifras. Desempleo en febrero de 2020, 12.2%, o sea que casi que el 80 o 90 por ciento del desempleo al que se llegó en la pandemia estaba ya configurado empezando este año y estaba presente desde el año pasado. El número de los desempleados: sumados a los inactivos aquellos que ya ni siquiera buscan empleo porque ya desesperados no lo buscan, estamos hablando de 16 millones de colombianos. Es inaudito, pero es la cifra. Si le sumáramos los 5 millones de colombianos que han salido de Colombia en los últimos años porque no pudieron conseguir empleo aquí, estamos hablando de 21 millones de colombianos. A mí nadie me puede decir que un modelo económico como este es satisfactorio, si genera un problema social de esas condiciones.

¡Y ojo! El desempleo no es mayor porque tenemos una informalidad del 47 por ciento. Qué tal que sumáramos todo eso, porque la informalidad en general son malos empleos. Doy otra cifra para explicar la gravedad de este asunto. Apenas el 30 por ciento de los colombianos cotiza para pensiones. Lo que quiere decir que el otro 70 por ciento de los trabajadores tiene asegurada una vejez miserable, achaques de la vejez que son inexorables, y agreguémosle a eso la pobreza que se deriva de no poder acceder a una pensión.

Este es un primer aspecto que quiero resaltar como una prueba reina de lo mal que estamos. Por qué además enfatizo este tema del desempleo. Porque normalmente hablamos del desempleo como un problema simplemente del sufrimiento de los desempleados. Quienes estamos en este chat seguramente hemos tenido acceso al empleo y contamos con unas relaciones modernas, y esto es más un problema de otras gentes.

Estoy resaltando una cosa, y a los empresarios particularmente les estoy resaltando esta idea, el desempleo es muy grave por otros dos problemas que jalan hacia abajo el desarrollo nacional, o sea, que nos impiden desarrollarnos. Primero, cuánta riqueza desperdiciada hay en el sentido de que no se crea porque esas personas no tienen los empleos que deberían tener. Enfaticemos una idea, toda riqueza proviene del trabajo, del trabajo simple o del trabajo complejo, de eso se puede hablar mucho, pero al final es del trabajo. Entonces, cuánta riqueza dejamos de crear los colombianos si tenemos 16 millones de personas que no trabajan como debería ser, para no contar las pérdidas de la informalidad.

Y otro llamado de atención a los empresarios, cuántas ventas no se pueden hacer en Colombia, cuánto no pueden vender las empresas y generar los empleos. Si esas empresas vendieran más podrían generar más, porque la capacidad de compra de los colombianos por el desempleo y la pobreza suprema que hay. Y estoy haciendo este análisis en los términos estrictos de la economía de mercado, de la economía capitalista. Si ustedes miran los países que han tenido o que tienen éxito, su primera característica evidente es que las tasas de desempleo y de informalidad son bastante más bajas que las nuestras. O sea, tienen más gente creando riqueza. Después me detendré un poco en qué tipo de riqueza. Y tienen, por supuesto, más compradores jalonando el desarrollo de su país.

Y entonces aquí saco una conclusión que es interesante plantear. Yo escribí un artículo que ustedes pueden ver que se llama Colombia desde el satélite, en donde digo que, si uno les saca una foto a los países desarrollados desde un satélite, abajo en la fotografía le sale un océano de modernidad, de desarrollo, de riqueza, de empleo, de progreso, y unos islotes de atraso y de pobreza que también existen en esos países desarrollados. Pero si esa misma foto se le saca a Colombia, la foto le da al revés, le muestra un océano de pobreza y de atraso con unos cuantos islotes de modernidad, como es este islote en el que estamos compartiendo. Que existe sin duda en Colombia. A esto le puso cifras en estos días Juan Ricardo Ortega. El dice que la Colombia que él llama moderna, palabra que se puede usar, pero que en buena medida lo que dice es desarrollo de economía de mercado, sustitución de formas feudales de producción, debe ser calculada por ahí en el 20 por ciento de Colombia.

Cuando hablamos de la Colombia moderna, supongamos que sea ese 20 por ciento o un poco más o un poco menos, pero de todos modos un porcentaje muy pequeño del país, no estoy diciendo que a ese 20 por ciento le vaya de maravillas, estoy diciendo que es un mundo moderno. A la señora de los tintos de una empresa la podemos subir en ese mundo moderno así su ingreso sea un salario mínimo. Pero miren ustedes el drama del país. Estoy seguro de que si uno esta misma medición se la hace a Estados Unidos o a los países europeos le da por lo menos al revés, y habrá países de esos en los que la modernidad puede ser del 90 por ciento o más, incluso.

O sea que este es un país, quiero enfatizar en esta idea, en mucho premoderno, es un país de economía de mercado, es un país capitalista, pero con tantas cosas como del pasado, como propias del feudalismo que nos caracterizan de esta manera. Esto nos tiene que llevar a dos cosas. Primero, a ver cómo vamos a hacer para incluir al resto del país en la modernidad, ese es el reto que tenemos y es nuestra principal deficiencia. Y segundo, cómo no vamos a seguir perdiendo modernidad, porque mientras no funcione, lo voy a mostrar con algunas cifras, es que estamos perdiendo modernidad. El país no ha avanzado lo que debería en la formalización, en buena medida la informalidad es pérdida de modernidad, que estaba presente desde hace años, pero que en los últimos años se ha venido aumentando.

Volvamos esta explicación como conceptual, volvámosla números que son inexorables. Primer número que voy a dar, el producto por habitante de Colombia, o sea, en promedio cada colombiano cuánta riqueza crea al año, 6.400 dólares antes de la pandemia. Nada. 6.400 dólares son 540 dólares por mes. Comparemos datos, antes de la pandemia, Argentina, 10 mil dólares, no es ninguna potencia, tienen mil problemas también, pero bueno tienen 10 mil dólares. Estoy dando datos del 2019. Corea, 31 mil dólares; Francia, Japón, 40 mil dólares; Alemania, 46 mil; Estados Unidos, 65 mil dólares. Esta es la realidad matemática de nuestra premodernidad, de nuestro subdesarrollo, de nuestro atraso productivo que está en la base de todo. Dice Jorge Gómez, un amigo mío, una cosa que es muy gráfica, queremos calles como las de Europa pero con pobreza africana. Este es un problema estructural.

Voy a dar otro que también se suele olvidar, que es el gasto público por habitante. Porque le reclamamos al Estado muchas cosas, pero cuántos recursos tiene el Estado para gastar en los ciudadanos. Veámoslo también por habitante. Colombia, 1.866 dólares al año, es bien poco el gasto público por habitante. Estados Unidos, 22 mil dólares. Casi 12 veces más, es una locura la diferencia. Alemania, 11 veces más; Italia, casi nueve veces más; Chile, dos veces más; Ecuador, 1,26 veces. Ecuador tiene más gasto público por habitante que Colombia. Otra radiografía de los problemas gravísimos que tenemos, por donde uno lo mire. Ahora, es más o menos natural que si un país no tiene un producto per cápita alto, difícilmente puede tener un gasto público alto. Claro, aquí puede contar la evasión tributaria, entre otras cosas, pero el hecho cierto es que hay una relación de proporcionalidad inexorable entre la capacidad de riqueza que crea un país y la capacidad impositiva y la capacidad del gasto público. Esto nos afecta de muchas maneras, porque esto afecta educación, salud, infraestructura, afecta todas las cosas que necesitamos.

Si miramos las cuentas nacionales rápidamente. Un déficit fiscal, 2019, de 2,5 puntos del Producto Interno Bruto, 26 billones de pesos de faltante del Estado frente a sus necesidades. Detengámonos un poco en la balanza comercial, este es un punto súper clave en este tema de crear y crear riqueza, que estoy enfatizando que es la clave para salir del problema, tanto en las familias como en los Estados. La balanza comercial de Colombia (sumados) entre 2014 y 2019, después de firmados los TLC, es negativa por 56.665 millones de dólares. O sea, lo que vendimos al exterior en bienes y servicios fue negativo en 56 mil millones de dólares. Lo que quiere decir que nos están metiendo la derrotada del siglo en el comercio internacional. Y esto es quiebra de empresas, esto es pérdida de empleo, es pobreza. El déficit con México, con quienes tenemos un acuerdo desde 1994, todos los años ha sido negativo en la balanza comercial. Hemos perdido con ellos en estos años más de 46 mil millones de dólares, casi todo en producción industrial, porque ellos realmente en asuntos agrarios no son fuertes.

Las importaciones agrícolas desde 1990, porque me voy a detener desde el 90 para acá, 178 millones de toneladas de productos agrícolas que hubiéramos podido producir en Colombia, porque tenemos tierras, agua y productores, y que terminamos importándolos. ¿Eso en planta cuánto es? Casi 50 mil millones de dólares que gastamos, repito, haciendo unas importaciones de bienes que podíamos producir. Y si miramos el caso de la industria de 1990 hacia acá, de cuánto es el desbalance de la balanza comercial, casi 700 mil millones de dólares en todos estos años.

Con este aditamento, el 68 por ciento de lo que exportamos en Colombia son materias primas agrícolas y mineras. Si ustedes observan con cuidado es lo mismo que exportábamos en 1990. Es inaudito, increíble, se hizo la apertura, se supone, el libre comercio que dizque para exportar, y lo que pasó fue que nos llenaron de importaciones, y nosotros seguimos exportando el mismo petróleo, el mismo banano, para lo cual no necesitábamos TLC. Porque ya en ese momento teníamos por normas legales derecho a ingresar con todos esos bienes, con cero aranceles, al mercado norteamericano y europeo. Las cosas nos han resultado bastante mal. Si miramos el déficit de la cuenta corriente, no voy a entrar en más detalles, pero también tenemos un déficit supremamente grande.

Me detengo en este punto, porque, insisto, estoy haciendo un balance de cómo estaban las cosas antes de la pandemia. Miren lo que pasó con la deuda externa, porque aquí nos dicen la deuda externa, la deuda externa y cada vez que al país le dan un crédito aquí hay como una fiesta, como si las deudas no hubiera que pagarlas. No digo que endeudarse no pueda ser una cosa positiva, pero todos los que hemos hecho créditos en la vida algún nerviosismo nos da sobre qué va a pasar. Miren ustedes el dato y cómo ese gran endeudamiento externo no ha sido capaz de impedir la crisis nacional, que es a donde quiero llegar, porque si el endeudamiento nos saca de los problemas, pues ahí vamos.

Miren el dato, 2013, deuda externa pública y privada de Colombia, 92 mil millones de dólares, el 24 por ciento del PIB; 2019, antes de la pandemia, 138 mil millones de dólares, 42 por ciento del PIB, casi el doble. El país está ultra endeudado, hasta el punto de que vamos a tener problemas sobre si vamos a ser capaces de atender o servir esa deuda o no. Pero lo más grave de este asunto es que ese endeudamiento no nos ha resuelto los problemas. Advierto que no me opongo al crédito ni a la actividad financiera ni me opongo a que Colombia pueda tomar deuda externa, sino que estoy señalando cómo algunas cosas que se nos presentan como la gran solución, si no se toman otras decisiones no son la solución.

Y menciono otro asunto que también es parte del debate, las utilidades de la inversión extranjera en Colombia desde 1991 hasta acá, exportadas, son 165 mil millones de dólares. Con esto llamo la atención de una cosa que a ratos se olvida, las deudas hay que pagarlas y el país las tiene que servir y tiene que tener para pagar esa deuda externa, tiene que girar los dólares. Y la inversión extranjera invierte a cambio de sacar utilidades, son cosas elementales. Es más, hay quienes plantean que la inversión extranjera, en este sentido de la exportación de capitales, puede ser equivalente a deuda externa.

Doy todas estas cifras es para mostrar los líos que teníamos antes de la pandemia. El país ya estaba en graves aprietos antes de la pandemia. Recordemos que entre final de marzo y empezando abril de 2020, dos calificadoras de riesgo nos bajaron el grado de inversión, que es como decirle a un estudiante, usted está perdiendo el año, joven. La disparada que se alcanzó a meter el dólar antes de cayeran sus precios era un síntoma también de la crisis que estábamos padeciendo. Y eso que, en esta etapa, vale la pena mencionarlo también, gozamos de la bonanza petrolera más grande de la historia, entre 2005 y 2014 nos entraron 143 mil millones de dólares por petróleo.

Digamos que, si se suma todo lo que puede ser a favor del país, deuda, inversión extranjera, bonanza petrolera, etc., lo cierto es que no resolvimos el problema. Con esto estoy enfatizando en que el problema es mucho más delicado de lo que parece.

Cuando uno mira las fallas graves de Colombia uno empieza a entender porque estamos en los líos en los que estamos. Entonces me voy a detener en cuál es el nivel del desarrollo científico de Colombia. Esto es un desastre, les voy a dar estos datos, miren ustedes, solicitudes de patentes por residentes, datos del Banco Mundial, Colombia, 415 patentes; Corea, 162 mil patentes; Alemania 85 mil patentes; China, 1,4 millones de patentes. O sea, estamos por fuera del desarrollo científico y tecnológico. Colombia no inventa nada, se volvió  un consumidor absoluto de ciencia y tecnología extranjera. País que no desarrolle la ciencia y la tecnología y la industria, esto lo aprendió la Humanidad desde la Revolución Industrial, no tiene futuro o lo tiene muy embolatado. Me refiero a un país de las condiciones de Colombia, un país pequeño o un centro financiero puede ser distinto.

Miren este otro dato. Gasto en investigación y desarrollo de Colombia en relación con su Producto Interno Bruto, 0,24 por ciento. China, 2,19%, 9 veces más; Estados Unidos, 2,84%, más de 10 veces más; Alemania, 3%; Corea, 4,81%, o sea, nosotros 0,24 y ellos casi 5, 20 veces más. Esos Estados están metiendo plata durísimo en el desarrollo y la investigación científica y tecnológica. Nosotros en eso estamos muertos. Y si observamos alrededor, qué consumo tecnológico tenemos los colombianos que sea de producción nacional. Es un problema estructural de una gravedad inaudita.

Voy a detenerme en un punto en el que voy a insistir y que espero no se me entienda mal. Ese inmenso desempleo del que hable es un indicador de muchas cosas. Pero voy a decir esto, es un indicador del subdesarrollo empresarial. Los países en donde las empresas se desarrollan como deben ser son exitosas, crecen, acumulan riqueza, producen mucha riqueza, producen muchos empleos, pues tienen menores tasas de desempleo. Ahora, entonces aquí aparecerá un debate, es que los empresarios no sirven. No. Lo que creo que no nos sirve es el modelo económico del desarrollo, no tenemos un buen modelo, crear riqueza en Colombia, crear empleo en Colombia es casi una hazaña, es casi un milagro, exportar en Colombia es de las cosas más difíciles del mundo

Y entonces aquí volvemos a una cosa que planteé inicialmente, todo esto que nos pasa es por qué. Las concepciones racistas nos dicen es que este es un país en que una suma de indios, negros y españoles, porque ni siquiera alemanes, dicen, tenía que dar una combinación genética horrible y que la culpa de que este país no funciona la llevamos en la sangre. Es una teoría racista que por supuesto no resiste análisis. Porque a los que nos ha ido relativamente bien venimos de los mismos ancestros. No nos queda sino una opción, si no es que nos falla el equipaje genético no encuentro otra teoría plausible para explicar por qué estamos en esta crisis, y es que nos han fallado las políticas económicas y sociales. Ha fallado la orientación de los gobiernos, porque no es cada empresario ni cada trabajador el que define. En cierto sentido los empresarios, exceptuando unos muy pocos, se interesan muy poco en los asuntos de la política. En cierto sentido los empresarios y los trabajadores comparten la misma barca, en el sentido en que aun cuando el empresario puede ser el timonel del trabajador, el empresario termina siendo el remero de los gobiernos. Y si los gobiernos no toman decisiones acertadas terminan estrangulando la economía nacional, la economía empresarial o campesina, o la que sea.

Me detengo un poco en las decisiones de la Apertura de 1990, de la que llevamos ya 30 años. Se llamo inicialmente apertura, libre comercio, después; tiene distintos nombres. Consenso de Washington puede ser la mejor definición porque es la más precisa, porque crea cierto tipo de prácticas que se han aplicado desde esos días en todo este tiempo. Tiempo suficiente para definir si funciona o no. En estos días envié por ahí por correo electrónico mi primer artículo contra la apertura. Lo publiqué en La Patria de Manizales en 1989. Y la Apertura la empieza Virgilio Barco en 1990. Ese artículo mío lo pueden buscar, es un artículo que comenta dos editoriales del periódico La Patria, que es un periódico conservador, ustedes lo saben, donde he tenido una hospitalidad que agradezco muchísimo, a lo largo de todos estos años. Dos artículos de dos exministros conservadores, Antonio Álvarez Restrepo, que fue ministro de Hacienda, y Samuel Hoyos Arango, ministro de Justicia. ¿Qué es lo que ellos dicen en 1989? Que nos están llevando hacia un cambio profundo en la política nacional y nos va a ir mal. Está publicado el artículo con la cita de lo que ellos advirtieron.

En febrero de 1990 el presidente Barco anuncia la Apertura y una semana después Abdón Espinosa Valderrama, que no era de la oposición ni de izquierda, ministro de Hacienda de Carlos Lleras Restrepo, articulista del periódico El Tiempo, dice, nos van a volver trizas con esta cosa, no vamos a poder competir, eso se sabe, pero además dice, esto no fue una decisión autónoma del presidente Barco sino que fue una exigencia del Banco Mundial a cambio de un crédito que lo llamaron Challenger. Poco después se publica un libro donde yo publico un artículo más largo. Y hubo mucha gente que en su momento se opuso o advirtió que nos iba a ir mal.  Bueno, el decano de una de las facultades más famosas de Colombia prefirió renunciar al cargo que aceptar esa política. O sea, quedaron constancias para la historia de que nos iba a ir mal. Sobre este tema he trabajado muchísimo, he publicado varios libros, hice varios debates en el Congreso.

En qué consistió la Apertura. En una cosa que parece mentira pero que es verdad. Con una mano el gobierno abarató las importaciones, bajó los aranceles y las importaciones se volvieron más baratas. En cuatro años desaparecieron 800 mil hectáreas de cultivos transitorios, fue como la silla eléctrica, y las pérdidas industriales empezaron en ese mismo momento. Y con la otra mano el gobierno mantuvo igual o aumentó el costo país. Pusieron a las empresas, al empresariado, en esos artículos míos en La Patria, hay tres artículos advirtiendo que van a quebrar a los empresarios. Repito, con una mano darles ventajas a los extranjeros y con la otra mano mantener iguales los líos que tenían o agravárselos a los productores nacionales.

El costo país se mantuvo básicamente igual. Más o menos las mismas tasas de interés real de los créditos, eso se fue reduciendo un poco con el paso de los años, pero este es un país que sigue teniendo, por ese lado, un costo país alto. Los costos de electrificación siguen siendo altos, la escasa infraestructura, tantas cosas, el contrabando que siguió funcionando. Y en esos días, Darío Múnera Arango, el presidente de la junta directiva de la Andi, que en esos días no era la organización de los empresarios, sino de los industriales, dijo –esto que para mí es de las cosas que más me enseñaron sobre toda esta controversia: “la competencia internacional no es entre personas ni entre empresas, sino entre países”. Y explicó, cuando dos mercancías se estrellan en el mercado mundial compitiendo entre sí, en el precio de cada mercancía, claro, van las habilidades empresariales, nadie dice que no y también de los individuos, pero va el costo país. 

Qué tasa de interés del crédito se paga, cuáles son los costos de electricidad, cuál es el costo de la mano de obra, cómo es la infraestructura, hasta las fuerzas armadas de los países entran en la competencia internacional, porque no son pocas las ocasiones en la Historia de la Humanidad en donde los debates comerciales se resuelven a tiros, cuál es su nivel científico y tecnológico de desarrollo, cuál es la capacitación de su fuerza de trabajo. En cierto sentido la empresa, el empresario, el individuo está un poco, como diría Laureano Gómez, como una brizna de paja en las manos del creador. Y para esos efectos Colombia no podía vencer en esa competencia, era absolutamente imposible, porque las cifras no daban.

Cuando llegó la hora de negociar los TLC, particularmente con Estados Unidos y con la Unión Europea, no sé cuántos debates tuve en la Comisión Quinta del Senado, y demostré con cifras que no éramos competitivos ni en esto ni en esto. Y los ministros se limitaban, no a dar cifras para decir que nos iba a ir bien, sino una retórica, es que nos vamos a parecer a Estados Unidos, es que nos vamos a parecer a Japón, es que a usted no le gusta el progreso, es que a usted lo que le gusta es el aislamiento. Pero no había condiciones para vencer en esa competencia.

Por qué terminamos y nos encontramos en este lío en el que estamos. Aparece una discusión, nos dicen, es que los misterios del desarrollo son inescrutables, quién saben cómo es que se desarrollan los países. No, señoras y señores, eso no es cierto. Desde los días de Smith y de Ricardo, hace doscientos años quedó escrito en la literatura económica qué tiene que hacer un país para desarrollarse, para saltar del feudalismo, de lo premoderno al capitalismo, está súper inventado. Se resume en una frase, la Revolución Industrial. Qué es la Revolución Industrial. Aplicar la fuerza de las máquinas, empezando por las máquinas a vapor o los motores de explosión y eléctricos, aplicárselos a la capacidad de generar riqueza, de generar mercancías a través de los trabajadores. Reemplazar la fuerza muscular de un trabajador o de un buey por una súper máquina. Eso es la Revolución Industrial.

Pero ojo con esto, y esto se olvida, esas máquinas de la Revolución Industrial solo se pueden aplicar si previamente hay empresas donde se haya concentrado la producción, donde se haya concentrado la técnica, donde haya más recursos económicos, más capacidad de dirección. Si usted coge un tractor y se lo da a un campesino que tiene una hectárea de tierra lo que hace es que la ruina es completa, porque si no tiene sino una hectárea para un tractor bien grande, ¿qué hace con él? Eso quedó claro desde esos días. Sin Revolución Industrial, sin máquinas no hay desarrollo, pero sin empresas tampoco. Y esa es la más grande ruptura de todos los órdenes de la Historia de la Humanidad. Ustedes miran cómo subieron los salarios, la creación de riqueza, las repúblicas, las democracias que hoy tenemos, el hundimiento del feudalismo tiene que ver con eso, los derechos humanos. Todo eso es parte del mismo proceso.

Por qué en Colombia no se ha hecho eso. Yo tengo una teoría. Por cualquier razón que sea, por incomprensión, por intereses, porque hay muchos intereses que se mueven en esto, los importadores suelen ser bien poderosos a la hora de definir políticas, y hay otras series de prácticas donde personas detrás de unas utilidades pueden tomar decisiones que no le sirvan al progreso del país. Pero en últimas, la cosa se resume en una idea, a mi juicio, ningún gobierno en Colombia ha tomado la decisión de desarrollar al conjunto del país. Aquí en general las políticas oficiales, no voy a decir que de manera absoluta, pero digo como factor determinante. Y la prueba de que es determinante es que miren cómo estamos. Lo que ha sucedido es que ha habido islotes de desarrollo. Por decir alguna cosa, aparece el café, y el café le dio un estartazo a la economía, pero no dejó de ser un estartazo limitado, que no transformó toda la producción agraria, y sobre todo no tocó las tierras planas donde es más productivo y más fácil de desarrollarse. Y así con otras cosas.

Y en estos esfuerzos parciales tenemos una modernidad del 20 por ciento, donde repito, estamos nosotros. Y hay en Colombia empresas que uno puede considerar de talla mundial. Pero eso no deja de ser un islote, una excepción a la norma del atraso prevaleciente. Y esto tiene que ver con una cosa, y es un llamado muy cordial que les estoy haciendo a los empresarios, estoy haciendo esfuerzos porque el empresariado se meta en el debate económico, para que el empresariado deje de concentrarse en su empresa y decir no, que los políticos resuelvan, que el ministro haga lo que quiera, ellos son los que saben, yo simplemente hago mi negocio, yo hago zapatos y me olvido de lo otro. Yo creo que este es un error grave de la vida nacional.

Y es un error grave que nos han alimentado con una teoría que a mi juicio es muy regresiva, que es la doctrina de Milton Friedman que tiene bastante de cierto, pero también bastante de falso. Es de esas teorías que combina, como alguien podría decir, una botella de verdad y un poco de botellas de falsedades. Qué les dice Friedman a los empresarios. Les dice, “hay una y solo una responsabilidad social de las empresas, que es utilizar sus recursos para aumentar sus ganancias”. O sea, señor empresario, usted solo se preocupe porque su empresa sea rentable. También dice que se debe cumplir con las normas, etc. Pero el punto central es que el empresario solo debe mirar a su ombligo. Y debe utilizar como motor de su desarrollo el afán de lucro y las utilidades y las ganancias, que es lo que en general mueve a la gente en una economía de mercado.

Pero esa doctrina no es la que han aplicado los países desarrollados. En los países desarrollados la ganancia, el lucro, es motor de una economía de mercado. Pero al mismo tiempo quienes han orientado a esos países han entendido una cosa que es clave y que los empresarios tienen que entender. Que si no hay unas condiciones macroeconómicas favorables pueden terminar quebrados no por su falta de habilidades, sino porque no tienen condiciones favorables. Nosotros necesitamos que toda Colombia entienda que además del lucro individual o de las aspiraciones personales tiene que haber un proyecto país, un proyecto nación. Que es lo que puede explicar, porque las cosas exigen explicación, por qué Corea y China, que eran para 1950 más subdesarrollados y más atrasados que Colombia, y Colombia era súper atrasada, por qué esos dos países con modelos políticos completamente diferentes, y esto hace más atractivo el análisis, Corea y China son hoy parte, tienen muchas debilidades y muchísimos problemas, pero se han metido al mundo de la industrialización, al mundo del desarrollo, al mundo de la modernidad. Son países que uno puede pensar que su futuro está más o menos promisorio.

Por qué allá sí pudieron y nosotros no. ¿Fue que les cambiaron los genes a los chinos y a los coreanos? ¿Les hicieron trasplantes de genes? Por qué allá sí y aquí no. La cosa es muy sencilla y se puede demostrar hasta la saciedad. Que lo que hicieron los chinos y los coreanos en estos últimos 50 años fue lo mismo que hicieron los ingleses, los alemanes, los franceses, los gringos, los japoneses, cada uno en su momento. Y quien haga eso se desarrolla. Son cosas que ya están inventadas. Y que parten de una cosa que resumo y esquematizo mucho, industrializar, industrializar todas sus faenas.

Esta es la situación en la que estamos y es lo que explica por qué nos pasa los que nos ha pasado en la pandemia. Qué nos enseña la pandemia. La pandemia nos enseña una cosa que algunos advertimos desde que empezó. Dijimos, la pandemia va a golpear a todos los países del mundo, pero a unos más duro y a otros más suave. Y a quiénes va a golpear menos duro, pues a los países más desarrollados, porque tiene más músculo de todo tipo. Y va a golpear más duro a los países más débiles, donde está Colombia, y más duro todavía a los países más débiles que Colombia. Esto no de magia ni de cuentos. No es lo mismo empezar una pandemia con producto per cápita de 6 mil dólares que con uno de 60 mil. Eso no hay nada que hacer, son realidades que están allí y las estamos sintiendo.

Pero qué otra cosa está enseñando la pandemia, y esto me preocupa mucho, y tiene que ver con el gobierno nacional y con la política general de la globalización. Es que a pesar de todo lo que enseña la pandemia y de todo lo mal que funcionan tantas cosas en Colombia y en el mundo, la decisión que han tomado quienes gobiernan el mundo y de quienes gobiernan en Colombia es que nada se cambia. Yo veo las políticas de este gobierno en relación con la pandemia y con todo lo que está rodeando la pandemia, el tema industrial, el tema agropecuario, etc., y yo digo, oiga, será que piensan que Colombia es Alemania o Japón o Francia, porque si esos países no hacen muchos cambios a partir de la experiencia de la pandemia, a uno le puede parecer más o menos razonable. Pero que este país, con los líos que tenemos, ni siquiera la pandemia sirva un poco, aun cuando sea de pretexto, para decir, oiga, pero cambiemos alguna cosa.

Les doy este dato, en agosto, el gobierno sacó un decreto para abaratar las importaciones de bienes comprados por internet. Cómo es posible. O sea, para hacer menos competitiva a la industria nacional, que es una industria esquelética con todos los problemas. Pero además esas importaciones por internet, todos lo sabemos, que facilísimo se vuelven en fuente de lavado de activos. Cómo es posible que en Colombia el contrabando se pavonee financiado con las platas del narcotráfico. Y esto no es un tema profundo de debate nacional.

Los países se pueden volver inviables, digo esto antes de pasar al tema de las propuestas, nosotros, quienes estamos aquí, somos parte de la modernidad en Colombia, en general los que estamos aquí podríamos decir que sigan las cosas como están, que no hay problema. Sin embargo, yo pienso y mis hijos y mis nietas qué. No es sensato pensar que a esto lo pueden manejar como a violín prestado eternamente y no pasa nada y que el país se desbarate. La primera vez que estuve en Roma recuerdo que le comenté a mi señora, le dije, Carmen, será que los romanos del imperio que construyeron lo que hoy son estas ruinas espectaculares que estamos viendo, a alguien se le pudo haber pasado por la cabeza, que en esos días algo que era tan espectacular y asombraba al mundo, iba a terminar como terminó en las ruinas que estamos viendo. Y esas ruinas no se generaron 2 mil años después. Iniciando el medioevo ya eran ruinas. Eso les puede pasar también a los países. No despreciemos esas realidades que ahí están.

Qué hacer. Tenemos dos opciones en Colombia. Y es un poco lo que se va a debatir en el 2022. Una opción es seguir haciendo lo mismo, no cambiemos nada, todo dejémoslo igual, como si fuéramos alemanes. Mi debate, repito, es un debate en la economía de mercado, no estoy haciendo debates contraponiendo el socialismo a lo que tenemos. Antes no lo he planteado y menos lo voy a plantear. Seguir con lo mismo qué es. Más minería. Es más, se está hundiendo la propia minería por la vía de la sustitución de los derivados de los combustibles fósiles, y aquí seguimos empecinados que el futuro está en los combustibles fósiles y en el carbón y en el petróleo. O la otra gran genialidad que nos están planteando, hay que exportar aguacates y el futuro está en los aguacates. Les advierto que yo soy amiguísimo de las exportaciones, me he pasado la vida defendiendo a los cafeteros que son exportadores, y defiendo las exportaciones. Pero ojo, yo no le veo mucha genialidad a importar 14 millones de toneladas de la dieta básica nacional y bregar a convencer a un japonés de que compre una uchuva o a un gringo de que compre un aguacate. No es sensato sin duda.

¿Más deuda externa? Es que ya estamos llegando al punto en que no nos cabe más deuda externa, para mantener la economía operando, digamos, en los términos por lo menos de los dólares. ¿Más inversión extranjera? A cuenta de qué, cuáles son las condiciones que tenemos. Y de ahí se desprende otra cosa, ¿más sálvese el que pueda? Es una teoría que en la práctica nos han ido metiendo, es que este país no tiene arreglo, acomódese como pueda, separe su suerte personal de la suerte de la nación, no parezca colombiano. Esa es la genialidad de ellos. Nuestras mamás nos dicen o les dicen a los muchachos, cásense bien, estudie duro y trabaje con una trasnacional, o sea, no parezca colombiano. Esa es una opción, es lo que nos están planteando. Sálvese el que pueda.

O lo que algunos estamos planteando. No, esto no funciona, pues hay que cambiarlo, hay que arreglarlo. Este país sí tiene arreglo, no es cierto que estemos condenados a esta situación en la que estamos, y a cosas incluso peores. Tenemos las reservas de territorio y de gentes suficientes para que si hacemos las cosas bien, no digo que en un acto de magia, no soy promesero ni mago ni ese tipo de cosas, pero sí en un proceso poder ir transformando las cosas como se deben transformar.

Y sobre eso estoy proponiendo un pacto nacional, es la frase que he usado, un Gran Pacto Nacional. Que se inspira también en la experiencia nacional. Fíjense que todo lo que estoy diciendo aquí es: aprendamos de lo extranjero. Porque aquí no hay que inventar la bicicleta si ya está inventada. Sobre esto hay que aprender también, quien estudie, yo lo he estudiado, la vida de los países que han tenido éxito, encontraron que en algún momento, alguien, con una u otra concepción política, un republicano o un rey, llegaron, quienes mandaban en esos países, a la conclusión de que había que hacer un pacto nacional para tomar ciertas determinaciones que modernizaran al país, un conjunto de determinaciones, muchas, no tengo tiempo para detallarlas. Y en torno a eso se unieron políticamente. Y empezaron procesos de lustros y de décadas y ahí van donde van, y tiene el futuro más o menos asegurado. Aquí quienes nos han gobernado han sido muy astutos para ocultarnos cómo vamos.

La idea del Gran Pacto Nacional, que lo ilustro con esta figura que me gusta repetir, un país es como un barco, de esos barcos grandes, como los cruceros, y uno mira esos barcos y en esos barcos hay camarotes de distintas categorías y unos van más cómodos que otros, y entre los miembros del barco puede haber controversias, peleas incluso, peloteras, no es extraño que eso suceda en un barco grande, pero todos los que van en esos barcos tienen una especie de pacto implícito mínimo, a ninguno le interesa que el barco se hunda. Porque si el barco se hunde se hunden todos los camarotes, y ahí está el Titanic. Y lo otro que les interesa es que el capitán del barco sea un capitán sensato, sepa manejar el barco y tenga una carta de navegación que no estrelle el barco contra un arrecife. Eso es un pacto nacional. Es ver cómo se ponen de acuerdo las distintas clases sociales, en medio de las desigualdades, para tomar medidas que, de alguna manera, así sea de manera desigual, le generen prosperidad a esa nación. De eso es de lo que se trata, todo esto, repito, ya está inventado.

Entonces, qué es lo que hay que conseguir en ese pacto nacional. Un programa de gobierno que, al mismo tiempo, ojo, la clave es que sea al mismo tiempo, les mejore la vida a los sectores populares, a las clases medias y el empresariado. Eso no es fácil, pero eso es lo que hay qué hacer, y se puede hacer. Se puede hacer si la propuesta se hace en las condiciones de Colombia como una propuesta dentro del contexto de la economía de mercado. Porque por supuesto que no es posible unir a un país, o unir a todos los pasajeros de un barco, si la primera propuesta de alguno de los del barco es que hay que quitarles a los otros lo que tienen. Eso no es posible, así no ha operado en ninguna parte.

Ahora, cuál tiene que ser el primer propósito de ese pacto, que debe ser como una integración de pactos parciales, pacto en educación, pacto en salud, pacto en el sector financiero, pacto en todos los temas. Todos con el propósito de desarrollar a este país. A mi juicio, tiene muchas características, pero hay una que quiero enfatizar, por razones del tiempo y poder terminar: crear fuentes de empleo, fuentes de empleo y fuentes de empleo. Fíjense que no digo empleos, porque eso genera confusión. Porque es que los empleos no se crean solos. Se crea un campo de inversión, se toma la decisión de un desarrollo agropecuario o industrial o comercial o de transporte o de lo que sea, y ahí aparecen los empleos. Es ahí donde aparecen los empleos, no es de ninguna otra manera. Es decir, señores empresarios, señores trabajadores miren a ver cómo hacen, pongámonos de acuerdo para promover estas fuentes de empleo. Por supuesto, todo esto auspiciado por el Estado, de otra manera no se puede. El Estado tiene que jugar un papel determinante en esto.

Esto tiene que tener ciertas características, hay que exportar y cada vez exportar más, pero al mismo tiempo hay que sustituir importaciones. Colombia no puede quedarse impávida viendo cómo nos inundan de todo, tiene compradores, hay mercado, y eso no importa. No lo entiendo, no lo puedo entender. Si fuera empresario en Colombia estaría viendo qué es lo que los colombianos compran y bregando a producir de eso que compran. Es que el problema de producir no es producir, el problema de producir es vender.

Reducir el desempleo, reducir la pobreza, por consideraciones democráticas, pero además por consideraciones prácticas, porque si hay menos pobres hay más quien compre. Y lo mismo pasa con el desempleo. Reducir la desigualdad. Todas estas son cosas de los países exitosos. Ustedes miran todos los indicadores de Colombia, comparan nuestra economía de mercado con la de los países desarrollados, y los nuestros son un desastre. Les va mejor a ellos de lo que nos va a nosotros.

Yo creo que esto requiere de renegociar los TLC. Esto lo he estudiado con mucho cuidado. No encuentro cómo esto se puede hacer en esa camisa de fuerza que nos pusieron. Ayer, Analac, yo diría que es la organización de lecheros más modernos de Colombia, le envían una carta al gobierno y le dicen que deben mirar qué hacemos con esos TLC. Hay que revisar esos TLC. Es lo que corresponde. Con Asia, si no tenemos tratados de libre comercio con ellos, por qué estamos actuando como si los tuviéramos. A cuenta de qué se regala el mercado interno, a cuenta de qué se regalan nuestra industria textil y de confecciones, nuestra capacidad productora en relación con Asia. Hay una serie de cosas que hay que revisar.

Hay que reducir el costo país, hay que trabajar en eso, sé que eso es dificilísimo, porque si queremos ganar competitividad, que hay que ganarla, hay que atacar las cosas por todas partes. Y eso incluye tener que trabajar en la reducción del costo país, que es muy alto por distintas razones que no me voy a detener a detallar.

Y tres cosas más muy rápidamente dentro de la propuesta. Una muy, pero muy decidida batalla contra la corrupción. No puede seguir siendo así, no sé qué opinan ustedes de esto, pero es absolutamente repugnante lo que sucede. Es inaceptable que la manera de volarse de la tragedia nacional y del subdesarrollo y de la falta de modernidad del país sea estimular de mil maneras la corrupción, la pública y la privada, lo digo con toda franqueza, nadie tiene porque actuar así. El contrabando tiene que ser enfrentado por el Estado. La evasión tributaria. Son toda una serie de prácticas premodernas.

Es que la modernidad incluye muchas otras cosas, particularmente hay que ver qué hacemos con la política en el sentido en que esto no puede ser siendo la política el instrumento para poder gobernar mal, pero mediante la corrupción política ganar las elecciones. Lo mínimo en democracia es que quien gobierna mal pierde las elecciones. Eso no pasa en Colombia. En Colombia no importa cuán mal se gobierne, no importa cuánto mal gobiernan, y a punta de la plata del Estado y de mil figuras de corrupción –no voy a decir que todo el mundo, no soy maniqueo–, una prueba mínima es que esto no puede seguir funcionando de esta manera. Repito, la corrupción utilizada para gobernar, para que el trabajador que pierde su empleo porque le cerraron su empresa por las importaciones, vote por el que se la cerró. Para que el campesino de Boyacá que no le permiten producir en sus tierras vote por el que tomó las medidas para que no pudiera hacerlo. Esto es absolutamente diabólico, pero es lo que nos está pasando.

Segundo punto. Cero violencias. No más violencias sobre ninguna consideración. Nadie en Colombia puede tener el derecho de utilizar la violencia contra nadie bajo ninguna consideración. El monopolio del Estado sobre la fuerza. Fuerza que les tiene que aplicar a todas las violencias y a todas las ilegalidades. Desde el que se levanta en armas contra el Estado hasta el que le roba los aretes o el collar a la señora en un barrio popular. Todo eso tiene que ser atendido por el Estado. Ahora, monopolio de la fuerza democrático, civilizado, no se trata de utilizar el Estado por fuera de las normas y de las concepciones democráticas.

Tercero. Una posición democrática sobre salud y sobre educación. Cuando digo democrática, en educación, por ejemplo, ya he dicho, no estoy por estatizar nada, defiendo la actividad del Estado en economía, eso lo necesita la economía de mercado, creo que hay ciertas empresas del Estado que no se deben privatizar, por ejemplo, Ecopetrol, sería un error. Ecopetrol en manos del Estado puede estimular más el desarrollo de la economía que en manos de algún particular. Estoy convencido de eso y eso se puede demostrar. No es verdad que la acción del Estado sea antagónica con la economía de mercado. No es cierto. Quítenle ustedes el estado a la crisis de la pandemia para que vean cómo estaría el mundo. Ustedes se imaginan lo que estaría pasando en la economía global si los estados del mundo hubieran dicho que esos son asuntos de los privados.

En educación soy un convencido de la importancia insustituible de la educación pública, de alta calidad, gratuita, etc. Aquí existe una educación privada que es grande, no estoy por estatizarla, pero si tenemos que mirar cómo vamos a hacer para que mejore su calidad. Porque la verdad es que habiendo educación de excelencia en la educación privada, hay mucha mediocridad, eso lo conozco bien. Estudié en los Andes y fui profesor de la Universidad Nacional, mis hijos son profesores.

En salud hay una cosa que hay que mirar con toda atención. No hay sistema de salud que no necesite administración de los recursos. Pero la pregunta es: ¿el administrador del recurso es el rey del sistema o el rey del sistema deben ser los pacientes, los trabajadores de la salud y las IPS, o sea, las clínicas y los hospitales públicos y privados? O sea, ahí hay un problema de enfoque clave. Dónde están las prioridades, porque además los recursos nos resultan escasos. Sin estatizar el sistema de salud.

Creo que debe haber una actitud democrática frente al medio ambiente. No me opongo por principios a la minería, hace muchos años acuñé una frase que ha hecho carrera que dice: minería sí, pero no así. Lo que quiere decir que minería sí, pero hagámosla bien hecha.

Y una cosa que nos tiene que interesar mucho a los colombianos. El horror de la violencia, digamos, por diferencias naturales es la barbarie, esto hay que superarlo. Explico qué quiero decir. Estoy hablando de la violencia, del maltrato de tantas formas de las mujeres por ser mujeres, de los negros por el color de la piel, los indígenas por ser indígenas, otro tipo de racismo, contra los LGBTI, contra los niños y contra los ancianos por tener esa condición. Estoy repitiendo mucho esta frase, no hay que hacer ni puede permitirse que las diferencias naturales se conviertan en diferencias sociales. Las diferencias naturales son naturales eso no se puede convertir en un crimen. Cómo así que es un crimen ser un niño o se un anciano o ser una mujer o tener el color de la piel de cualquier tipo, porque la naturaleza así lo definió. Ese será un tema que también habrá que atender cuidadosamente.

Termino diciéndoles, en este debate que se viene llamo a que se haga con todo el rigor y con toda la seriedad. Este es mi punto de vista, pero sería muy bueno ver otros puntos de vista. Por ejemplo, que quienes creen que hay que mantener el statu quo nos expliquen por qué Colombia no sale del subdesarrollo, quién es el culpable. ¿Los creadores de riqueza, los trabajadores y los empresarios son los culpables? Es un debate, que se plantee y que se den las razones.

Termino con estas dos frases, porque aquí también hay un debate. Este país sí tiene arreglo. Aquí nos están metiendo el cuento de que el país no tiene arreglo. Me lo insinúan en el Senado, me dicen, no senador, no ponga tanto pereque, venga para acá que aquí hay campo para todos, no se preocupe por eso que este país no lo arregla nadie, quién va a arreglar la política de Colombia, quién va a acabar con el contrabando. Este país sí tiene arreglo, estoy convencido. Han tenido arreglo otros, o es que Corea y China eran unos países maravillosos en 1950 o Japón lo era en la mitad del siglo XIX, y cuántos líos tuvieron los gringos para salir de sus líos y poderse volver un país moderno.

Lo segundo es que mi teoría es muy simple. La consigna, la idea que hay que promover es una frase que además me gusta, porque además me parece inspiradora, es que hay que hacer de Colombia un país en donde el sol brille para todos.

Creo que me he alargado un poco, esas son manías de profesor. Nuevamente mil gracias, a Colpatria por su hospitalidad y a todos quienes nos han oído.