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La corrupción está al servicio de no dejarnos crear riqueza y empleo

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Por Jorge Robledo / @JERobledo

Muchísimas gracias, jóvenes, me agrada mucho estar aquí. Ustedes saben que yo estudié en esta Universidad, aquí en estos edificios, y realmente me es grato pasearme por aquí y recordar mis tiempos de juventud. Soy arquitecto de esta Universidad. Voy a hacer unos comentarios que espero que les resulten útiles, no muy especializados sobre Bogotá, sino sobre un tema que estoy trabajando mucho en esta campaña, la corrupción en su acepción más amplia. Como el país está tanto tan mal en estos asuntos, aquí hay formas de corrupción muy dañinas, muy antidemocráticas, que dañan mucho los desarrollos de los países, pero que parecen menores, una de ellas, el clientelismo.

Entonces cuál es el lío más complicado que estamos teniendo con la corrupción, lo principal del problema y casi que no se menciona. Normalmente nos quedamos en el debate de la corrupción, un poco en el debate moral. Quienes se roban una plata son unos ladrones y entonces que los metan a la cárcel, en eso estamos de acuerdo. Pero diría que es la parte menor del problema. Porque la corrupción en Colombia y en el mundo, pero particularmente en Colombia, tiene como uno de sus propósitos principales, diría incluso que el determinante, acceder al poder. O sea, la corrupción más deletérea es la corrupción política. Un tipo que roba celulares, muy dañino, uno que roba carros, que asalta bancos, también.

Pero la parte más complicada es lo que se roban los servidores públicos que están en política, siempre en asocio con privados. Es imposible robar en el Estado sin tener por lo menos un socio en la empresa privada. Es mentira decir que la corrupción se acaba si se privatiza todo. Es otra forma corrupta de presentar las cosas. Qué es lo más grave. Lo más grave es que la corrupción, el clientelismo, les permite la compra y venta de votos, el fraude en las urnas, de muchas maneras, el alcalde que coacciona, los asesinatos.

Lo más grave de todo: así es como pueden gobernar de la peor manera y ganar las elecciones. El fundamento de una idea democrática en política es que si usted lo hace mal, sus electores no vuelven a votar por usted. Pero eso solo ocurre con el voto libre, con lo que llamamos el voto de opinión. Es mi caso, y yo saco un montón de votos, el ciento por ciento de esos votos son votos de opinión. Si yo hago las cosas mal hechas, como senador, traiciono mis pensamientos, mis compromisos, y no me va a quedar un voto. El primer voto que pierdo es el de Carmen, mi señora, y el de mis hijos. No me van a tolerar que yo llegue a hacer una cosa distinta después de que llevo toda una vida defendiendo unas ideas. Eso a ellos no les pasa por la cabeza, no se les ocurre. 

La compra de votos genera una práctica monstruosa, y voy a ponerles un ejemplo que se me viene a la cabeza. A Boyacá, una región muy agraria, el TLC y las políticas de apertura le quitaron al campesino y al empresario la posibilidad de sembrar trigo o cebada, y ahora les están quitando la leche, les están quitando la papa, las verduras. Las políticas oficiales les quitan todo, pero el ciudadano no lo entiende así. El campesino, la gente del agro, lo que siente es que es como un castigo del cielo el que Bavaria no les haya vuelto a comprar su cebada. Pero como los gobiernos pasaron a permitir importarla toda, fue muy fácil acabar con la cebada en Colombia, no volvió a haber puntos de compra y se acabó el asunto. El campesino lo ve como un castigo del cielo. Ese campesino probablemente termine aquí en Ciudad Bolívar, desempleado y hambreado. Y en elecciones aparece ahí quién le compre el voto. Miren ustedes lo torcido de esto. El productor de cebada, arruinado y desplazado, termina quedándoles agradecidos a sus propios verdugos y termina votando por sus propios verdugos. De este tema no se informa ni se habla.

Miren entonces cómo la corrupción en sí misma es un asunto si se quiere menor comparado con lo que acabo de explicar. En los países desarrollados también hay corrupción. En Estados Unidos también roban y hay hechos de corrupción inmensos. Por allá también estuvo Odebrecht, pero hay unos controles políticos distintos que hacen que si ese congresista gobierna contra los intereses nacionales de Estados Unidos, corre el riesgo de enredarse. En Colombia pueden acabar con el agro y lo están acabando, literalmente, y no pasa nada. No provoca ni siquiera un debate. Nos andan metiendo la mentira de que el problema lo resolvemos con aguacates, con uchuvas, pitahayas, cardamomos y con un poco de vainas que nadie sabía siquiera que se comieran y, mientras tanto, nos inundan con productos de la dieta básica nacional. Es el intercambio que nos están proponiendo. O sea, traiga del exterior la dieta básica nacional, pierda la soberanía nacional, pierda la seguridad alimentaria, pero eso sí, intente clavarle una uchuva a un japonés. Y lo peor, nos lo presentan como una genialidad.

Lo peor que le puede pasar a un país es no poder producir. Un autor, que ojalá busquen y lean, es algo difícil de conseguir, Friedrich List, padre del capitalismo norteamericano, decía que poder producir riqueza es mucho más importante que la riqueza misma. Porque usted puede poseer riqueza, pero puede perderla. Y lo que nos está pasando con la corrupción nacional es que no nos están dejando producir. Ni siquiera estoy hablando de distribuir bien, que es también un desastre, pues tenemos una de las peores distribuciones de riqueza del mundo. Pero más grave es que no nos dejan producir.

Ilustro un poco más lo que les quiero decir. Es un ejemplo que les ponía a mis estudiantes en la Universidad Nacional de Colombia, en Manizales. Ustedes saben que fui muchos años profesor en la Universidad. Les decía, ahí está mi carro parado en la puerta del edificio, para mi tragedia, un Renault 4. Si viene un ladrón y se lo roba, a mí me da un infarto porque no tengo como reponerlo, pero a la sociedad en su conjunto, en cierto sentido, poco le importa, porque mi carro lo tiene ahora Pedro Pérez, y él le compra repuestos, lo lleva a donde el mecánico, y la sociedad ni se da cuenta de lo que está pasando. Pero si se cae un árbol en el parqueadero de la Universidad y me destruye el Renault 4, también me da un infarto, pero debería darle infarto también a la sociedad, porque ese carro fue una riqueza que desapareció.

El debate central de la corrupción sigue siendo qué hacen los corruptos con el poder, engañar a la gente, extorsionar, chantajear para que voten, ¿y por quiénes? Por sus propios verdugos. Y cuando yo digo que son verdugos, no estoy exagerando, y estoy haciendo un debate en los estrictos términos del capitalismo. No estoy confrontando el socialismo con el capitalismo. Estoy confrontando el capitalismo subdesarrollado y atrasado de Colombia con el capitalismo de los países desarrollados. Les pongo esta imagen que puede ilustrar lo que quiero decir. Si ustedes contratan un satélite que les tome una foto a Estados Unidos, a Francia o cualquiera de los países desarrollados, ¿qué les muestra? Un océano de modernidad, de desarrollo, de ciencia, de tecnología, de salarios altos, con unos cuantos islotes de atraso y de pobreza, que también los tienen. Pero si esa misma foto ustedes se la hacen a Colombia, les sale al revés, unos cuantos islotes de modernidad en un océano de atraso y de pobreza, de miseria, de subdesarrollo, de vivir todavía de producir materias primas agrícolas y mineras, de casi que cero de ciencia y tecnología, de desigualdad social, 2,4 millones de personas aguantando hambre, a los que ni siquiera el capitalismo llega, porque no compran nada.

Y les pongo las dos fotos en números. Los gringos y los europeos están en el orden de 50 mil o 60 mil dólares de producto por habitante al año, y nosotros estamos en 6.400. Háganme el favor. Ellos en ciencia y tecnología compleja y de punta y alta ingeniería y matemáticas avanzadas, y nosotros con el mismo petróleo de toda la vida, de hace un siglo, el mismo banano, el mismo café, las flores, que cumplen más de 50 años, y ahora nos andan engatusando con una uchuva, un cardamomo y un aguacate.

No me opongo a que se exporten esos bienes, esa no es la discusión. Colombia debe exportar todo lo que pueda. Lo que pasa es que aquí nos están cambiando el desarrollo de verdad por unas cuantas materias primas agrícolas y mineras. Se nos dice que lo fundamental son las mineras, lo del agro es una cosa ahí de paisaje. Si ustedes miran las cuentas nacionales, ven que el país está sostenido es con petróleo. Y con una cosa que también ocultan mucho. ¿Saben cuánto nos mandaron el año pasado los colombianos que viven en el exterior y que se fueron porque aquí no pudieron trabajar? 6 mil millones de dólares. Si ese ingreso desapareciera, este país se colapsaría. Tendríamos dólar por lo menos a 6 mil pesos. ¿Nos van a sacar pecho los neoliberales por eso? Los expulsaron de Colombia, les quitaron sus fuentes de empleos, les quebraron sus empresas y miren la tragedia de estos compatriotas.

Afortunadamente para ellos, no se dan cuenta. Ellos mandan y mandan plata para acá quitándose el pan de la boca para que sus familias no se mueran de hambre, pero esos dólares los usa esta minoría neoliberal reaccionaria para seguir importando, importando e importando los mismos bienes que arruinan el aparato productivo nacional y nos dejan sin empleo. Y en Colombia hay unos cuantos intermediarios de esas trasnacionales, sus calanchines, a quienes los extranjeros les pagan para que gobiernen mal. Les llenan de plata sus bolsillos para que gobiernen mal.

Lamento contarles que este es el país en el que estamos. Suena duro, y he sido especialmente directo para que ustedes entiendan la gravedad de lo que está pasando. Pero todo lo que estoy diciendo es exactamente así. Es una discusión que llevamos teniendo hace 30 años, desde que escribí mi primer artículo sobre la apertura neoliberal, en 1990.