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POR UNA COLOMBIA DIGNA

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Juan Manuel Ospina
Primer Congreso Nacional de DIGNIDAD
26 de marzo de 2021

Video: https://www.youtube.com/watch?v=mskujx09hkQ&t=9s

Sin duda vivimos en Colombia  y en el mundo tiempos de turbulencia y de cambios que aún no precisamos, cuando hace agua por los cuatro costados un ordenamiento social, económico, y aún cultural,  sumido en una crisis de fondo, agudizada por la pandemia, que permitió visualizar la profundidad de las grietas del viejo edificio. La pandemia no solo generó una crisis histórica de desempleo y de caída del ingreso hasta su casi  desaparición  para miles de familias que sobrevivían con los pequeños e inestables recursos resultado de su rebusque en la lucha solitaria de la informalidad. Nos llevó a valorar la vida con sus pequeñas cosas  a la que bellamente le canta la gran Mercedes Sosa. Resurge un ideal de vida sencilla pero digna, con su llamado a una forma de vivir que hace aún más escandalosas las décadas de violencia y muerte, de atropellos sin nombre a la madre de la vida, la Naturaleza, y a la dignidad humana pisoteada por un afán desmedido  de una acumulación rápida de riqueza, llevándose por delante lo que sea y a quien sea.

 Es un momento político como pocos para, ante esa realidad, avanzar con claridad y decisión y romper las viejas ataduras y moldes que habían asfixiado y castrado  la política;  hoy es la oportunidad, diría la obligación ciudadana para unirnos y construir nuevos espacios, formas novedosas y ciudadanas de hacer y de vivir una política que se sustente  en el piso firme de la confluencia de la voluntades de compromiso, de sensibilidades y sueños, y no como resultado de  un frio y circunstancial cálculo electoral. Una política de la vida y de la dignidad.

Es el momento, es la gran oportunidad para lograr  unir   voluntades, en un gran pacto nacional y ciudadano en torno a unos objetivos compartidos, sustentado en  lo común que se comparte para fortalecerlo, respetando las naturales diferencias.

Transformar para conservar

Es por esa razón que me encuentro hoy ante ustedes y al lado de Jorge Enrique Robledo, yo  un conservador; muchos pensaran que simplemente estoy descarriado, “en el lugar equivocado” como dice una conocida propaganda. Pero no, estoy donde debo y quiero estar porque la realidad que hemos vivido durante tantos años no merece ser conservada.

 Conocí  a Jorge Enrique hace más de veinte años y llegamos a compartir visiones y preocupaciones  a la par que reconocimos aquello en lo cual discrepamos, siendo yo presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia y el un fogoso  profesor universitario en Manizales y dirigente de un movimiento de los cafeteros del Viejo Caldas y luego de los arroceros de su natal Tolima; la suya era entonces una pelea por la producción y el trabajo nacional que no ha abandonado y que es hoy bandera fundamental del partido a cuyo nacimiento asistimos. Tuvimos diferencias pero siempre en el respeto de la posición del otro y de ahí nació una relación de respeto mutuo que en buena medida me tiene hoy acá, antes ustedes. Una relación que nos impulsa, en la cumbre de los años cuando muchos de nuestros contemporáneos empiezan a disfrutar “el reposo del guerrero”, a redoblar los esfuerzos y el compromiso, porque nos revuelve la situación del país y creemos que están dadas las condiciones para lograr ese   cambio fundamental que los colombianos reclamamos, que solo se dará si nos decidimos a meterle el hombro

 Como bien dije, la nuestra es una realidad no para ser conservada sino que por el contrario, requiere ser transformada para salvar y  fortalecer  aquello en lo que creo: El respeto a los derechos y la dignidad del otro, el valor de la honradez y la decencia,  el derecho fundamental  a un trabajo estable y digno que permita no solo la supervivencia sino el crecimiento personal y de la familia, célula fundamental de la vida individual y de la sociedad como un todo; derecho a educarse y a formarse a lo largo de la vida para que todo ciudadano pueda desarrollar sus capacidades en beneficio propio y de la sociedad. Creo en un Estado fuerte,  suficiente y eficiente que sea la expresión de la voluntad ciudadana con su obrar democrático y en ejercicio de  su autoridad democrática, ser el  guardian del bien común, del interés general y de los derechos de todos.

El camino: un capitalismo incluyente, moderno y vibrante.

 Por lo anterior, necesitamos desarrollar plenamente  un capitalismo incluyente, moderno y vibrante, respetuoso de la naturaleza de la cual hacemos parte, y del trabajo y la iniciativa de los ciudadanos, de jóvenes y mujeres, de campesinos y obreros, de negros e indígenas; de empresarios agrícolas y urbanos modernos- grandes, medianos y pequeños-, de los sectores medios; en un esfuerzo conjunto y organizado para producir los bienes y servicios que los colombianos reclamamos para  vivir dignamente. Y en esa tarea el trabajo formal,  con sus derechos reconocidos y defendidos, aporta la energía necesaria para alcanzar   el avance y fortalecimiento de nuestro aparato productivo nacional. .

Todo ello lo lograremos gracias a la acción conjunta,  articulada y complementaria, de los dos motores del desarrollo de la Nación, unos mercados regulados y una acción y presencia estatal que garantice que el resultado sea equitativo,  al servicio del interés general y de las personas sin distingos. Exactamente lo opuesto al capitalismo salvaje imperante, de un neoliberalismo antisocial, antinacional y arrasador del entorno de la vida, de la naturaleza. En fin y en una palabra, soy un conservador convencido de que lo que no se transforma, perece.  

Y porque en eso creo,  me identifico con Jorge Enrique y acojo con entusiasmo la tarea de ser un obrero en la construcción de ese sueño compartido, que el país nos reclama que volvamos realidad: el Partido de la Dignidad.

Quiero subrayar un punto: Dignidad no es una caricatura de  partido, de fachada, que se establece con el único propósito de ganar las próximas elecciones.  Dignidad llegó a la vida política para quedarse. Será, seremos  protagonistas de primer orden en la tarea de una  transformación fundamental, no meramente cosmética de la política colombiana. Será labor de años que nos demandará  una acción continuada, no esporádica, con un trabajo ordenado de  todos los colombianos y las colombianas que quieren vivir, ellos y sus hijos, en un país digno, del cual se sientan que hacen parte, que es SU país, porque finalmente lo habremos rescatado de las garras de  quienes durante tantos años lo han degradado, bien por su incompetencia o por sus oscuros e inconfesables propósitos, con la complicidad de políticos y partidos de la vieja escuela, que hoy empezamos a enterrar.

Permítame que me detenga un momento para compartir con ustedes una reflexión sobre el sentido y alcance del nombre de nuestro Partido, DIGNIDAD,  que a algunos les puede parecer un nombre exótico para una agrupación política. Pero resulta que no, porque en esa palabra está contenido el sentido de nuestra propuesta, sus alcances y significado profundo, su mensaje. Dignidad viene del latín dignitas que alude a excelencia, nobleza, honradez, lo que se valora y respeta; los derechos humanos; lo que tiene valor. Significa participar en el juego de la vida sin trampas y con la cabeza en alto; de frente pero sin atropellar.

 Lo contrario es lo indigno e indignante, despreciable, lo que no es merecedor. Dignidad es el elemento indispensable para darle  valor a la vida de las personas y de las comunidades. Junto con la libertad y el respeto, es el medio en el cual la vida alcanza su plenitud.

 El inolvidable maestro Carlos Gaviria, que hoy  estaría orgulloso y feliz  con el nacimiento de nuestro partido,  definió la dignidad con una de esas frases suyas,  ajustada, precisa y elocuente: la dignidad es a las personas, lo que la soberanía es a las naciones. Si faltan, las personas son mutiladas en su ser y la nación sucumbe. 

 Nuestra realidad como sociedad está caracterizada por lo  turbio, por lo confuso, donde brillan por su ausencia los valores asociados a la dignidad y a la vida. Se convirtió en el reino de la corrupción, de la trampa, de la ventaja y del privilegio, de la violencia y el irrespeto a la vida; del  interés personal sobre lo colectivo, del individualismo ramplón frente al sentimiento y compromiso ciudadano.  En un tal  escenario se desenvuelve nuestra vida social; en el campean    injusticias,  crímenes e irracionalidades,  desvalorizándose el sentido de la vida personal y colectiva.

Dignidad es trabajo digno justamente remunerado 

Dignidad significa  trabajo justamente remunerado, formalizado y amparado por las normas; estable y no esporádico, exactamente lo contrario del rebusque de los informales en su lucha sin esperanza  por sobrevivir,  cercados por la incertidumbre del mañana. Es la suerte de la mitad de nuestros compatriotas. Urge crear fuentes de  nuevos empleos, para hacerle frente al preocupante desempleo anterior a la pandemia, pero igual de necesario y urgente es el combate al subempleo y a la informalidad. Apoyado por un régimen prestacional que cubra a quienes hoy están indefensos y desprotegidos, una acción necesaria para dignificar a tanto viejo que hoy enfrenta un horizonte de abandono tanto por el Estado como crecientemente por su familia, tradicional alero protector de los mayores de los que ella tanto recibió.

Es la dignidad para ejercer  las responsabilidades públicas con una vocación de servicio al ciudadano y a los intereses colectivos, del hoy olvidado interés general o bien común, sustituido por el afán de privilegiar intereses privados, en muchos casos oscuros, clandestinos o simplemente vergonzantes.

La agenda nacional para un país digno.

Es la dignidad para plantear y adelantar una agenda nacional centrada en el reconocimiento, respeto, valoración y apoyo de nuestras capacidades como pueblo y de nuestras riquezas naturales, culturales y sociales. Especialmente e insistimos en ello, el trabajo honrado de los trabajadores y clase media es fundamental, en asocio con la capacidad, recursos e iniciativas  de nuestros empresarios para canalizar  la energía creativa de los colombianos, de un pueblo que a lo largo de su historia y en medio de condiciones adversas alimentadas por el abandono secular de un Estado débil, generalmente manipulado por intereses que no son los de la nación, es un pueblo que ni es vencido ni se entrega y permanece  a la espera de los espacios de concertación y acción que abriremos en el marco del pacto nacional para  transformar las condiciones imperantes en nuestros campos y ciudades, para producir nuestros alimentos garantizando con ello la seguridad alimentaria que es condición de la seguridad y la soberanía de la Nación, para proteger la naturaleza  fundamento de la vida y, desde la nación fortalecida construir  unas relaciones internacionales enmarcadas en la equidad y el respeto, finalmente liberadas del estigma del narcotráfico .

Cuatro son los ejes o prioridades que estructuran nuestra propuesta a los colombianos, fundados en una defensa de la dignidad y de la vida: Las mujeres para reconocerles sus derechos y garantizar que sus capacidades y particular sensibilidad, que hoy tanta  falta le hacen a Colombia, marquen con su sello la política y las acciones que habremos de impulsar. Los jóvenes liberados de las cadenas y prejuicios de esta sociedad agotada para que le infundan nuevos bríos y le planteen los desafíos del tiempo venidero, obligándola a mirar hacia adelante y liberándola  de la sombra de un pasado que hoy la frena y divide. La naturaleza, porque nuestra política ha de ser un himno a la vida que surge y    se desarrolla en la naturaleza y en acuerdo con ella, no doblegándola y violándola como sucede ahora. Y la generación del trabajo decente productor de nuestra riqueza material y cultural, base de una sociedad moderna, creativa, equitativa que no deja a nadie por fuera de la marcha colectiva hacia un mejor futuro, que construiremos conjuntamente y disfrutaremos en igual forma.

La dignidad es el camino de la esperanza

Desde Dignidad   estamos en la construcción de la Coalición de La Esperanza para participar en el proceso electoral que ya se inicia y para ello, ¿qué mejor dupla que la conformada por la dignidad y la esperanza, para darle sentido al nuevo camino para Colombia.

 Confiamos en que nuestro candidato será el de la Coalición para con su  respaldo, ganar la Presidencia y ser los gestores de una Colombia digna, próspera, equitativa y justa con todos nuestros compatriotas, que lograremos bajo el alero común de la casa grande y amable de todos los colombianos. La casa que nos une y congrega en torno de las tareas de la Nación, de sus gentes y territorios, sin exclusiones y con dignidad.