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EL PLAN DE DESARROLLO ES DE SUBDESARROLLO

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Intervención del senador Jorge Enrique Robledo en el debate sobre el Plan de Desarrollo, Plenaria del Senado, 2 de mayo de 2007

Empiezo lamentando, como lo acaba de hacer también el senador Camilo Sánchez, que a última hora nos saquen casi que de la manga otro montón de páginas sobre el Plan de Desarrollo con artículos tan lesivos como el que le hace un ataque durísimo a la universidad pública. Creo que difícilmente podrá sobrevivir la universidad pública sin una crisis profunda si se aprueba algo de lo que aquí se ha dicho. Y lamento ese estilo poco serio para tramitar un proyecto de ley tan importante como este, porque va a establecer los lineamientos fundamentales de la economía para los próximos cuatro años. Si este Plan de Desarrollo no fuera capaz de resolver los problemas que se avecinan, el país podría estar ad portas de una crisis supremamente grave. Esa es la importancia de un plan de desarrollo y aquí parece que no se le concediera.

Expreso entonces mi total desacuerdo por ese estilo de meter y sacar artículos de allí como si fueran asuntos menores, introduciendo además un estilo de piñata, señor ministro, con unas como listas de mercado, me excusa la palabra, pero eso son, como cuadrando voticos con obritas y cosas de esas que no debieran ser parte de un plan de desarrollo mirado con toda seriedad. Un plan de desarrollo bien entendido no es una suma de detalles que intentan dar gusto a los unos y a los otros en unas cuantas cosas o definir unos cuantos lineamientos, sino que tiene que ver con la estructura general del desarrollo de un país. Cualquier plan de desarrollo hecho con seriedad debe empezar analizando cómo está la situación, cómo se ve en el mediano y en el largo plazo y qué debe hacerse para corregir los problemas presentes y futuros. Voy entonces a intentar demostrar que este no es un plan de desarrollo en el sentido estricto, sino más bien un plan de subdesarrollo.

Las verdaderas razones del crecimiento económico

Comienzo examinando qué pasa en la economía nacional y cuáles son los nubarrones que se ciernen sobre ella en el corto plazo. Anteayer, El Tiempo dedicaba media página a advertir sobre las amenazas que acechan a la economía, amenazas que son de público conocimiento pero que el Plan de Desarrollo ni siquiera menciona, como si no fuera el plan de desarrollo de Cundinamarca, sino el de Dinamarca. Afortunadamente para la economía, sobre todo en los tres últimos años, ha habido un crecimiento mejor que el de los años inmediatamente anteriores. Al doctor Álvaro Uribe Vélez le tocaron unos resultados mejores que los de la administración de Andrés Pastrana. Eso por supuesto le ha facilitado al presidente el manejo de la cosa política y ha generado una cierta euforia entre los colombianos. Nos toca entonces analizar hasta dónde es sustentable lo que ha venido sucediendo y, sobre todo, entender cuáles fueron las causas de ese crecimiento.

Lo primero es señalar que, aunque es cierto que el Producto Interno Bruto del país ha crecido más en los últimos años, no ha sido ese un fenómeno solo colombiano, sino latinoamericano y mundial. Es más, Colombia ha crecido a tasas inferiores a las de varios países de América Latina, y es bueno que esto se sepa para que se dosifique la euforia y para que seamos realistas. El promedio del crecimiento de la economía colombiana del 2002 hasta acá es de 4,44%, bastante mejor que el de los años anteriores. Sin embargo, y esto podrá sorprender a mucha gente, les voy a dar datos de países de América Latina que en este mismo período crecieron por encima de Colombia. Por ejemplo, Cuba, 7,06%; Perú, 5,58%; República Dominicana, 5,30%; Costa Rica, 5,22%; Ecuador, 5,04%; Argentina, 4,92%; Chile, 4,60%. Luego esto ya nos sirve para entender que ese crecimiento no es tanto tan óptimo como se ha venido señalando.

¿Cómo se explica el crecimiento que han tenido las economías de América Latina y de Colombia? Sin demostrarlo, los amigos del gobierno afirman como una especie de verdad revelada que el crecimiento de Colombia se explica por la política de seguridad democrática del gobierno de Álvaro Uribe Vélez, una explicación que no soporta análisis. Es buena la retórica del discurso para darse unos cuantos pantallazos por ahí en la televisión, pero no resiste un análisis serio, porque de entrada habría que explicar por qué hay un número grande de países de América Latina que crecen por encima de Colombia, países donde no gobierna el doctor Álvaro Uribe Vélez ni hay políticas de seguridad democrática. La explicación reconocida por el propio ministro de Hacienda y por quienes nos interesamos en estos temas, también seguramente por todos los senadores, sea que lo admitan o no en público, es que Colombia, el resto del Continente y el mundo entero se han beneficiado en los últimos años de lo que los economistas llaman “la fase ascendente del ciclo económico”.

Todos sabemos que el capitalismo es un modelo económico que se mueve con ciclos de alzas y de bajas. ¿Qué fue lo que le sucedió a este gobierno? Que tuvo la suerte de que su administración coincidiera con la fase ascendente del ciclo, un boom de la economía internacional que dobló por ejemplo el precio del petróleo, del cual Colombia es exportadora, y al país le entró una plata grande nueva. Los precios del café los cogió esta administración a unos 70 centavos de dólar la libra, subieron hasta 1,30 dólares y hoy están por el orden de 1,20 ó 1,16, una masa grande de recursos que se irrigan por todas las zonas cafeteras colombianas. Con el precio del carbón y del níquel pasó algo parecido. El boom del crecimiento de la economía mundial, de China y en general de Asia, del propio Estados Unidos, nos favorece como país exportador que somos. También es notorio en esta etapa que hay una plétora de capitales moviéndose por el mundo, unos excedentes grandes de capital financiero de los que Colombia se beneficia, como toda América Latina, con una tasa internacional de interés relativamente baja en términos históricos. Tasa de interés baja que va a beneficiar al Estado colombiano en lo relacionado con los pagos de la deuda externa y también a cuanto empresario colombiano esté endeudado en dólares. Hay capital de sobra que de una u otra manera ha venido a América Latina y a Colombia y generado actividad económica, hasta el punto de impulsar un auténtico boom especulativo en el sector de la construcción, parecido al que hubo a mediados de la década de los noventa y que tampoco se explica por la seguridad democrática. En esto tenemos que ser realistas y hago un llamado a la seriedad en el debate. El boom inmobiliario tiene que ver con factores que con o sin seguridad democrática seguramente se hubieran dado en la misma intensidad.

Como si fuera poco, ese daño inmenso que le significó a la economía colombiana la expulsión de un número grande de compatriotas que terminaron en Estados Unidos o en España, fenómeno fundamentalmente negativo, terminó creando de carambola un boom de remesas que está alimentando la economía nacional. En los últimos cuatro años son casi 16 mil millones de dólares, que han llegado, no por arte de la seguridad democrática, sino porque esos compatriotas son buenos hijos y buenos hermanos y se quitan el pan de la boca en Nueva York o en Madrid para mandarles unos dólares a sus familias, dólares que irrigan positivamente la capacidad de compra de los colombianos. Nos toca además en suerte, también de carambola, que el boom de la economía mundial jala los precios del petróleo y pone a nuestros queridos hermanos venezolanos a poderse gastar algo así como 80 mil millones de dólares al año, recursos petroleros que en parte se convierten en exportaciones colombianas al vecino país, hecho que tampoco tiene nada que ver con la seguridad democrática.

Hay un último factor que hace crecer la economía colombiana, y del que espero que el doctor Álvaro Uribe Vélez y sus amigos no se apropien como parte de sus méritos, y son los inmensos ingresos de recursos del narcotráfico que siguen entrando por chorros y que también generan alguna actividad económica, particularmente en la construcción. Esa es la realidad, que nada tiene que ver con la seguridad democrática.

Nubarrones sobre la economía

Hay otros dos o tres factores que quiero señalar como explicaciones principales de lo sucedido en estos años. El primero, la revaluación que se genera por un mal manejo de la economía nacional y además por este aumento de los recursos en dólares. El primer impacto de la revaluación es de signo positivo, en la medida en que facilita la atención de la deuda y puede incluso disminuir los precios de algunas importaciones. Si el primer impacto es positivo, el segundo va a ser negativo, como voy a explicarlo en el punto que sigue. Pero digamos que inicialmente favorece la situación económica.

Otro factor que también vamos a tener que pagar con sangre en los próximos años es que este gobierno, dígase lo que se diga, ha aplicado una política de cierto corte keynesiano, aumentando el gasto público para financiar un mejor funcionamiento de la economía nacional. El mayor gasto público puede inicialmente generar efectos positivos, pero más adelante es probable que se nos vuelva un dolor de cabeza.

También es producto de las políticas económicas un hecho monstruoso, que resaltan cada vez más analistas, incluso amigos del gobierno, y es que el crecimiento de la economía colombiana no le ha llegado al primer piso ni al segundo ni al tercero ni al cuarto de los estratos socioeconómicos en que está divido el país. La verdad verdadera, y es un drama doloroso, es que nuestra economía crece en medio del boom mundial, pero los pobres de Colombia siguen, como se dice popularmente, en la olla. Tenemos entonces un crecimiento perverso, concentrado en unos cuantos colombianos y que en poco o en nada le llega al resto del país. Enfrentamos entonces un problema que hoy ya empieza a volverse de extrema gravedad, y es que el desempleo sube y los índices de pobreza se mantienen básicamente iguales. De pronto el gobierno celebra, suponiendo que las cifras sean buenas, que hayan caído en uno o dos puntos, pero cuando uno está hablando de media Colombia en la pobreza, un punto, dos puntos son avances insignificantes.

Además, y como prueba del fracaso del modelo económico, la economía colombiana se ha recalentado y el gobierno empieza a perder el control de otras variables. Ya había perdido el control de la tasa de cambio, una variable fundamental. Decirle a uno que Colombia va a exportar con el TLC y al país le clavan una revaluación del 30% es por lo menos falta de seriedad, porque qué aumento de la productividad del trabajo puede compensar una revaluación de ese calibre. Y aparecen otros fenómenos. La inflación, que estaba controlada, se dispara, como producto de un modelo estructuralmente inestable, regresivo. En la lógica de las puertas abiertas a la especulación, el gobierno no puede controlar esta variable, como tampoco la devaluación. Ya el ministro de Hacienda dijo que nos acostumbremos a la revaluación. Pero yo le respondo: TLC y revaluación son una bomba atómica contra la economía nacional. Con la inflación descontrolada, los trabajadores colombianos, a quienes les subieron el salario mínimo empezando el año, ya perdieron el alza y están hoy con ingresos reales parecidos a los de hace más de un año, hecho gravísimo en el terreno de lo social.

Como si fuera poco, la tasa de interés sigue hacia arriba. No más el lunes la volvieron a subir. El alza de la tasa de interés empieza a afectar al aparato productivo nacional, porque los costos del dinero son mayores. El hecho guarda otro agravante, y es que hace a Colombia más atractiva todavía para los llamados “capitales golondrinas”, un nombre amable para los capitales de unos vulgares especuladores que andan por el mundo haciendo daños inmensos a los países cuando entran y cuando salen, porque cuando llegue la parte descendente del ciclo vamos a pagar de otra manera lo que hoy estamos observando.

Es tal el problema que sufren hoy las finanzas públicas, por el exceso del gasto en estos años anteriores y todo lo que ha venido sucediendo con la economía, que empiezan a ser ciertas las advertencias que hicieran especialistas amigos del régimen en el sentido de que el gasto público estaba moviéndose en niveles insostenibles. Hay una prueba al canto de los problemas que empiezan a presentarse. No ha sido capaz este gobierno de aumentar los salarios de los trabajadores del Estado en la proporción que está definida. Van ya cuatro meses, y vamos para cinco, sin que suban los salarios de los trabajadores del Estado. No solo es un atentado social, sino también una prueba de las dificultades que están acosando al Estado colombiano para poder atender los compromisos más elementales.

Están prendidos todos los bombillos rojos

Lo que estoy afirmando es que, aun cuando el crecimiento sea cierto, miren ustedes las dificultades en las que estamos. En resumen, la economía nacional no es capaz de sostener este crecimiento, pero de esto no dice una palabra el Plan de Desarrollo. El Plan de Desarrollo simplemente nos dice que vamos a crecer en promedio al 5%. Y yo pregunto, de cuál sombrero sacaron esa cifra, cuál conejo va pegado de esa cifra. Cómo se la inventan, si lo que nos están mostrando hoy los propios hechos económicos es que eso no es verdad. El ministro de Agricultura nos dice que el agro va a crecer al 4%, ¡de dónde saca ese conejo! ¡Si cuando las cosas han estado buenas, el agro ha crecido a la mitad de la economía nacional y el desastre agrario es absolutamente manifiesto! Repito, el agro ha crecido en los años anteriores a la mitad del ritmo del resto de la economía, beneficiada por el boom de la economía internacional. Y entonces ahora nos sale el doctor Arias con que en los próximos años el agro va a crecer 4%. ¿De dónde saca usted esa cifra, doctor Arias? ¡Si lo que viene es el TLC, que va acabar de arruinar la economía nacional, y se mantiene la revaluación, que está quebrando hasta a los de las flores, supuestos beneficiados por el TLC! Pero bueno, esa es la manera como se hacen las cosas en este país, donde las discusiones no se llevan con la seriedad que se debiera.

Hay otro bombillo rojo prendido en el tablero de la economía nacional. Me refiero a lo que está sucediendo con el déficit de la balanza de la cuenta corriente y con el déficit de la balanza comercial, otra vez disparados. En estos últimos años ya va en más de 8 mil millones de dólares el de la cuenta corriente y en más de 4.500 millones de dólares el de la balanza comercial.

Están prendidos todos los bombillos rojos del tablero sobre los indicadores de la economía nacional, pero el señor ministro de Hacienda nada nos dice en el Plan de Desarrollo. Esto lo que sí podría explicar es por qué se fue el doctor Carrasquilla. Todo parece indicar que el doctor Carrasquilla, a quien hay que reconocerle que es despierto, le pasa el balón de lo que viene al doctor Óscar Iván Zuluaga, quien podría terminar siendo responsable de los platos rotos, porque los platos, a la vista está, se van a terminar rompiendo.

Ya empezó el ciclo descendente

Pero que lo más grave de lo que no menciona el Plan de Desarrollo, porque no dice ni una palabra, es que ya empezó la fase descendente del ciclo. Los problemas de la economía nacional se volvieron graves, porque hoy son graves, todavía al final de la fase ascendente del ciclo económico. Pero se siente ya con fuerza cada vez mayor la fase descendente. Hace cerca de un año, porque aquí no hay hechos sorprendentes, está cayendo la economía del mundo, como también la de Estados Unidos, lo que va a tener repercusiones negativas en la economía colombiana. Hay un ejemplo dado anteayer por la prensa que ilustra cómo en ciertos países se convierten en pulmonía las gripas que afecten a Estados Unidos. Ya el mes pasado disminuyeron las remesas de los ciudadanos mexicanos que viven en Estados Unidos a su país natal. Algo similar va a terminar sucediendo en Colombia. De contera, nos va a ser más difícil exportar y van a caer los precios de las materias primas, probablemente también el del café. Todos estos factores van a terminar configurando una situación económica compleja. Yo no sé en qué vaya a parar esto, porque no es fácil hacer predicciones de detalles, pero sí tengo claro que el lío está morando alrededor del país.

¿Qué viene para Colombia? Líos complicados. Hay que parar los capitales golondrinas, ¿pero quién le pone el cascabel al gato y quién le dice al Fondo Monetario Internacional que paren los capitales golondrinas? Entonces el señor ministro un día sí, otro día no, porque cómo hace. Si los para, tal vez resulte en algo beneficioso, porque podría afectar positivamente el problema de la revaluación, pero todo se ha convertido en un lío que no está planteado en el Plan de Desarrollo.

Y viene el TLC. Espero que en estos tres días sufra el doctor Uribe en Estados Unidos una de las derrotas más estruendosas, que se quede con el pecado y sin el género, con el pecado de su actitud de sumisión frente al imperio, pero sin el género porque no logre conseguir el TLC. Hecho que nos alegraría a los colombianos del común, porque ese TLC es un Tratado retardatario. Sin embargo, el Plan de Desarrollo está montado sobre la lógica de que hay TLC, y les voy a decir algo que a mí me sorprendió. Doctora Cecilia López, usted leyó el Plan, y es increíble. Creo que la palabra TLC se menciona solo una vez en todo el Plan de Desarrollo, ¡en más de 150 páginas! Y resulta que es el verdadero Plan de Desarrollo de la economía nacional, o así debiera entenderse, porque estamos hablando de unas trasformaciones tan profundas de la economía nacional que un proyecto de Plan de Desarrollo serio debiera plantear: “Como va a haber TLC, la economía nacional se va a comportar de esta manera” y explicar por qué es positivo para Colombia. Pero no, el gobierno hace caso omiso, como si nada fuera a suceder. Aquí van a arremeter contra el sector agropecuario nacional y contra la industria, los precios de los medicamentos van a subir mil millones de dólares, y eso al señor ministro de Hacienda no lo conmueve, ni le interesa poner siquiera una frase amable a ese respecto en el Plan de Desarrollo. Y todos sabemos que si hay TLC, la ganancia para Colombia, por lo menos en el corto plazo –los amigos del TLC arguyen que en el largo plazo vendrán nuevas cosas, yo no lo creo así–, y no olvidemos que este Plan de Desarrollo es cuatrienal, lo único que Colombia va a lograr con el TLC se llama el Atpdea, es decir, lo que ya tenemos. En el corto plazo el TLC no va a aumentar en un dólar las exportaciones de Colombia. Las exportaciones de flores serán las mismas, las mismas de todo. Nos coge la fase descendente del ciclo con los problemas que va a generar el TLC en el aparato productivo y con una ganancia que se limita al Atpdea, insuficiente para generar el desarrollo, y nada de esto le merece ni el menor comentario al Plan de Desarrollo. Insisto por ello en mi idea de que esto no es un plan de desarrollo, sino un plan de subdesarrollo. Un cúmulo de articulitos deshilvanados puestos un poco a la carta, algunos con impactos mayores, pero aquí no hay una concepción sobre el desarrollo, ni nos permiten hacer una discusión al respecto. Es más, creo que todo lo que yo he dicho aquí y lo que dijo el senador Camilo Sánchez no va a merecer ni el menor comentario. Ni siquiera hay televisión en directo, entonces menos, porque es una intervención medio clandestina lo que termina uno haciendo. Ratifico entonces que las cifras que da el Plan de Desarrollo sobre crecimiento salen de algún sombrero, porque el gobierno no las explica de ninguna manera y porque son tremendamente inconsistentes, por lo que ya he explicado.

Atentado contra la educación pública

Paso a mencionar por último dos o tres artículos del Plan que me parecen muy graves. Este es un Plan, señor ministro, tremendamente agresivo contra la educación pública, contra la universidad pública. Tan agresivo es lo que hoy quieren aprobar que esos dos o tres artículos fueron sacados del proyecto. Quien lea el pliego de modificaciones que nos llegó primero a la Plenaria encontrará que esos dos artículos contra la universidad pública, lesivos por la vía de sus ingresos y por la vía del gasto, porque la ponen a pagar las pensiones, habían salido de la propuesta inicial del gobierno que nos llegó aquí. Pero en el pliego de modificaciones, el Ministerio de Hacienda vuelve y los pone. Son dos artículos que vulneran en materia gravísima las finanzas de la educación pública, de las universidades públicas, universidades como la del Atlántico, y que deben generarle, llamo la atención sobre la responsabilidad del uribismo, agudas contradicciones con los estudiantes y los profesores, porque los ponen en una situación en que ninguna otra cosa pueden hacer. Es un despropósito absoluto pretender que las universidades públicas, para dar un solo ejemplo, puedan echarse al hombro la parte fundamental del pasivo pensional y así y todo continuar funcionando. Podrán seguir funcionando como universidades de garaje, de esas que no sirven para nada, y podrán así contribuir al saneamiento de las finanzas públicas, pero se montan en una contradicción muy grave con los estudiantes y los profesores.

El Plan aumenta la contribución cafetera

Hay también otro artículo que me preocupa, porque es contraevidente, y es el que nuevamente les aumenta los gravámenes a los cafeteros. Mientras que los subsidios del Estado para los golpeados por la revaluación y que tienen negocios de banano o de flores ya van en 400 mil millones de pesos, a los cafeteros colombianos, golpeados también por la revaluación, lo que hacen es aumentarles los gravámenes. El mundo al revés. Por una razón de todos conocida: mientras que los bananeros y los floristas son sectores empresariales con alguna capacidad de resistencia económica, los cafeteros colombianos son 560 mil familias, y solo el cinco por ciento de ellas posee cafetales de más de cinco hectáreas. El 95% de los cafetales tienen menos de cinco hectáreas y es a esos compatriotas a quienes se carga otra vez con un gravamen profundamente retardatario, con el cuento medio absurdo de que ese impuesto se convierte en algún tipo de obras. No. Lo que el gobierno nacional debe explicar no es cómo se gastan los gravámenes –siempre gastarse la plata es un fandango–, sino por qué a esos cafeteros empobrecidos los van a empobrecer todavía más con una nueva contribución. El gobierno también arguye que es para que ahorren plata. ¿Ahorren qué? Si se están muriendo de hambre. ¡El 60% de los cafetales colombianos tiene menos de una hectárea! Aquí el ahorro que les proponen a los cafeteros es que el jueves no desayunen y el miércoles no almuercen, para que algún día el doctor Gabriel Silva y sus alegres muchachos les devuelvan un centavo de alguna manera. Me parece absolutamente desproporcionado. El 80% de los productores tiene cafetales de menos de tres hectáreas, y seguramente se viene una caída de los precios del café. Y en estas condiciones, les van a aumentar el gravamen por ley de la República, que no puede ser fácilmente modificada.

El Fondo de Ahorro y Estabilización Petrolera

Liquida el Plan de Desarrollo nada menos que el Fondo de Ahorro y Estabilización Petrolera, FAEP. El que no se pudo gastar para impedir la privatización de Ecopetrol. El que no se pudo gastar para que Ecopetrol se quedara solo con la Refinería de Cartagena. ¿Entonces ahora saben que hace el gobierno nacional? Le pasa toda la plata a la Comisión de Crédito Público y al Tesoro Nacional. O sea, ¡se la tumban!, para decirlo en términos coloquiales. Por fin entiendo ahora una cosa que no le había comprendido bien al doctor Eduardo Sarmiento Palacio, y es que la privatización de Ecopetrol oculta un aumento del gasto público, pero de una manera indeseable, porque al final lo que sucede es que esta plata del FAEP, con la cual se debiera quedar Ecopetrol, se la van a despilfarrar quién sabe en que aventuras clientelistas para justificar que lleguen los místeres y se queden con una buena parte de Ecopetrol.

Menciono para terminar el caso de la Ley Páez, y le hago un llamado a este Congreso. No sé cuántos años llevemos con la Ley Páez metida en el Plan de Desarrollo. No tengo una posición de principios contra los subsidios que reconocen hechos graves, pero no puede ser que en Colombia siga haciendo carrera la idea de que la única manera como invierten los monopolios y las trasnacionales es no cobrándoles impuestos. El país no puede funcionar así. No puede ser que cuando se trate de los negocios de los pequeños y medianos empresarios colombianos, la tarifa tributaria sea plena, ¡y ay de que no paguen, porque les caen los perros de la DIAN, como decían la otra vez! Pero cuando se trata de unos negocios de monopolio, la norma es que no paguen impuestos, con el cuento de que es que están localizados en las zonas indígenas del Cauca, indígenas que todos sabemos se siguen muriendo de hambre, no obstante la Ley Páez. Llamo al Congreso a la sensatez a este respecto.

Esta parte de la piñata final, doctor Óscar Iván Zuluaga, es terrible. Me tomé el trabajo de contarle los proyectos en Caldas, de donde somos usted y yo, 61proyectos, 61, y claro, a mí me alegraría mucho que en Caldas se hicieran 61 nuevos proyectos de vías y pavimentaciones y de todo, pero yo hago una pregunta y la hago con toda franqueza: ¿hay plata para eso? ¿Es serio incluir eso ahí? ¿Hay algún análisis de tipo macroeconómico que los sustente? ¿O se trata de que esos proyectos se ponen ahí para que alguien se pesque unos votos en las próximas elecciones? Llamo a la seriedad al respecto, porque no puede seguir siendo que los planes de desarrollo no se discutan con seriedad, y se cuadre el voto positivo si le meten en el Plan de Desarrollo tres o cuatro puentes o dos carreteras, además, pienso yo, con una dosis descomunal de demagogia, porque no creo que sea posible que en el gasto público de los próximos cuatro años se vayan a financiar de verdad esos 61 proyectos. Son buenos para un discurso sabatino en Pácora o en Aguadas o en La Merced, pero para nada más. Y no le queda bien a usted, señor ministro de Hacienda, siendo usted oriundo de ese departamento.

Vienen tiempos malos para la economía nacional y vamos de cabeza a la fase descendente del ciclo. Los analistas coinciden en que es Colombia el país de América Latina seguramente peor preparado para enfrentar la fase descendente del ciclo económico. Fue el país donde más duro sonó el campanazo con la caída de las bolsas el año pasado. Y esto de ninguna manera lo enfrenta el Plan Nacional de Desarrollo. Termino diciendo algo que me temo cada vez más, doctor Óscar Iván Zuluaga, y ojalá no le resulte: que los tiempos de las vacas gordas los haya disfrutado el doctor Carrasquilla y él, muy inteligentemente, haya hecho, como se dice, mutis por el foro para dejarle a usted los tiempos de las vacas flacas. Porque si el país no funciona bien en los de las vacas gordas, imaginémonos cómo va a funcionar cuando caiga la economía mundial y con ella se venga abajo también la economía nacional.

Por todas las razones aquí expuestas, anuncio que el Polo Democrático Alternativo no tiene otra posibilidad que la de votar negativamente el proyecto, a pesar de que nuestros congresistas hicieron esfuerzos en las Comisiones para que este Plan no fuera el engendro de subdesarrollo que es. No es un plan que contribuya positivamente al progreso nacional. Luego el voto del Polo Democrático Alternativo y de toda la bancada del Polo en el informe con el que termina la ponencia será un voto negativo, sustentado en las razones que he explicado.